miércoles, 23 de octubre de 2013

EL VELO DE LA NOVIA

Dicen los Miyois que cuando las montañas andinas eran suyas sus hijas caminaban las cimas, incluso las más altas, buscando cada una el frailejón más antiguo, más singular, para adornar con sus flores las cabelleras virginales de azabache, estas sólo podían ser tocadas por la espuma blanca que caía del cielo que, cual alfombra, escarchaba de densa niebla la tierra que pisaban. Los Miyois aunque escucharon que la depresión venía siguieron es su vivir de extasis, la madre tierra los protegería así como los había parido, libres. 

Las damiselas de las cimas andinas, ateridas de frío  cuando el astro Sue radiaba, continuaban en eterna rutina, la colecta de los mejores pétalos, aquellos que contaban historias de sierra de idilio y de soledad. 

Cuando la princesa mayor se enamoró, pues respetaban la escala natural de la edad, relató sus historias de amor en el mucucharasti y en silencio sólo perturbado por los zumbidos del viento, las más jóvenes escuchaban con nutrida imaginación y esperaban a su príncipe Miyois.

De pronto ellas desaparecieron, el rastro de caballos señalaba que fueron muchos los raptores, y que iban atareados de gran peso. Buscaron en pequeños grupos que morían, por la mano opresora, en las escarpadas montañas, luego iban otros y otros y, cuando los hallaban muertos, los enterraban en el lugar de la masacre y dejaban señas de piedra para reencontrarlos y brindarles adoración.

Las damiselas de la montaña se sabían perdidas y la mayor soñaba con su príncipe Miyois, cuando se sintieron perdidas la desesperación llegó y optaron ofrecer a la sierra nevada sus cuerpos vivos para que nacieran de cada una un manantial que llevase agua a todas esas tierras de encanto y gracia. De rodillas oraron Mucumbarila, a la escarcha, al frailejón, a los alevines de los ríos y estos las escucharon, la tierra se abrió y las resguardó vivas, para que sus lágrimas de llanto eterno fuesen manantiales oferentes. Al lugar se le llamó Mucubaji, lugar de manantiales.

El que brota de la damisela mayor corre espumoso y el las cascadas emula el velo con el que las novias cubren sus cabezas como símbolo de pureza y entrega. La tradición lo denomina “Cascada el Velo de la Novia”.

Edgar B. Sánchez B.