jueves, 27 de agosto de 2020

COMIENDO AGUACATES A MONTÓN

 APROVECHO PARA CONTAR PARTE DE MI VIDA

Cuando niño, mis padres eran dueños de una parte del paraíso, claro no estaba incluido el Eufrates y el Tigris,tampoco la serpiente del engaño, sin embargo es el lugar que habita en mi memoria, de esos recuerdos me aferro cuando hay tristeza en mi soul. Les cuento, que cuando tenía unos doce años, me asignaron la tarea de recoger caraotas, ya secas en los gajos de los arbustos, para desgranarlas de su vainas, para ello se usa un garrote liviano y se golpea tantas veces hasta que se desprenda, se llamaba aporrear caraota. Cerca del lugar de trabajo había varios árboles de aguacate cargados con su deliciosa fruta. Solicite a mamá que no nos llevara el almuerzo, que nosotros un trabajador de la finca, llamado Tomás, y yo, haríamos nuestra comida. Así fue, cocinamos varias manos de cambur blanco y nos sentamos debajo del aguacate a disfrutar eso que ahora llaman picnic, habían tantas frutas maduras que se nos descontrolamos comiendo y al atardecer estábamos intoxicados, bueno, esa fue la conclusión que llegamos. Lo cierto es que comimos gran cantidad. Tengo bellos recuerdos de esa finca, en mi Colón del alma , sin embargo este es mi favorito.