lunes, 20 de noviembre de 2017

CUANDO ESTOY TRISTE

CUANDO ESTOY TRISTE

Cuantas veces, cuando estoy triste, cuando siento que el mundo está cerrado, cuando siento pena por lo no logrado y por aquello que mi otro yo reclama, cuando me reclama la vergüenza de Sartre o el temor de Dios, acudo a la escritura de mis recuerdos, mis añoranzas, con la fiel convicción que otros encontrarán, en ellos, vestigios para entender mi vida, pues el escritor plasma no solo lo que piensa, también las formas que le indujeron su pensar, sin saber que lo hace cual espejo del alma.
Cuando la angustia sobrepasa mis fuerzas, en los momentos que pienso que no entenderé lo que realmente deseo, lo que realmente busco y el porqué de mi existencia, sin saber cuál es la misión que la naturaleza espera que cumpla. Pienso, sencillamente pienso en mi infancia, en ese aire con olor a miel de caña, leche espumosa, llena de bramidos y validos, en el patio detrás de la casa donde papá, luego de la faena del día, con su guitarra ensayaba con Maximiliano, el fabricante artesanal de flautas de bambú. Escucho la sonrisa de mi madre Sotelia siempre llamando las gallinas con su cesto atestado de maíz. Ella nunca cantaba, no la recuerdo así, solo la pienso dormida, toda ella, menos sus manos procesando el queso dentro del néctar del suero vacuno.
Escucho a papá Waldino alimentando la palomas silvestres con el maíz de su cosecha, y aquellas palomas de todas las plazas del mundo y que mamá Sotelia usaba para prepararle nutritivos consomé de energía afrodisíaca. Escucho a mi hermana Olga desgranando las tuzas para darle el maíz a papá.
Papá tampoco cantaba, si silbaba todo el tiempo el Regio Regional, también lo hacia la guitarra y sus dedos imitando el tropel de briosos caballos educados para la montura elegante.
Cuando estoy triste, en esos momentos que necesito la compañía de alguien que sienta por mí: amor o respeto, cuando en mí, muy dentro de mí hacen presencia mis momentos con Olga Lucia, recuerdo a Gonzalo con su rítmico chasquido de herraduras al herrar los casco de las mulas de trabajo de la caña y la cal, recuerdo a Fortunato luchando por el permiso de Virgilio para que por sus tierras pasara el ramal carretero, que nunca logró, hubo que comprar la tierra por donde pasaría su camioneta Willis y pudiera llegar al patio de la casa paterna a la gran casona. Por cierto Virgilio uso esa vía como peatón, como jinete y para mover su ganado de un potrero a otro, si haber ayudado absolutamente nada.
Recuerdo, también el avión en el que, creíamos cuando niños, viajaba Ciro, según se decía, él nunca se arrogó eso, era piloto, pasaba todos los días casi rosando la montaña de San Isidro, la finca de papá Waldino y mamá Sotelia.
En mis momentos de arrogancia, recuerdo las caminatas al caserío Los Palmares para cursar los últimos grados de primaria, para lo cual caminábamos diez kilómetros, después de ordeñar las vacas y alimentado las bestias de carga y silla.
Cuando estoy triste, recuerdo el llanto de papá Waldino, cuando se llevaron a su botón, su nieta Nancy, la primera hija de Lucrecia. También sus lágrimas de tristeza cuando encontró muerto en el camino hacia el Peronilo a un niño de doce años totalmente apuñalado luego de ser violado.
Cuando estoy triste me refugio en mis amigos de cantoral Arturo Briceño, con los de cuarteto Arpegios Andinos, con los de la Rondalla Trujillana, con los del proyecto El Recital, o escuchar las mandolinas ejecutadas por Elio Castellanos o Lamberto David Torres Colmenares, también me refugio en la casa de las Calderas de mis amigos Briceño Godoy o a discutir jugadas a tres bandas, más bien a mirar a Nelson Delgado hacerlas.
Dr. Edgar B. Sánchez B.

domingo, 12 de noviembre de 2017

APUESTA DE LA VERGÜENZA

Lo que menos deseo hacer es usar mi cédula de Identidad como cupón en una apuesta, llevaría intrínseco el deseo que otro no tenga la oportunidad de llevar comida a su casa.

Dr. Edgar B. Sánchez B.

AMBICIÓN

Aspiro escuchar o leer, algún día, que los hombres o algún hombre, logró dominar esa ínfima parte de la naturaleza. La ambición del hombre.

Dr. Edgar B. Sánch
ez B. 

LA CONSTITUCIÓN

La doncella fue violada, no llegó a cumplir su mayoría de edad, le desgarraron el vientre. El abusador que uso su lumen para vilipendiarla, se pasea bajo la mirada cómplice de quienes juraron defenderla. La constitución está herida de muerte. Sangra.
Dr. Edgar B. Sánchez B.

EL DESTIERRO

El destierro no solo es cuando el poder desmedido impone emigrar a otro país, hacia una lejana fantasía de éxito.  También cuando las oportunidades se alejan o cuando, cual ciudad por cárcel, se está imposibilitado, cualquiera sea la sinrazón impuesta, para movilizarse en su tierra natal. Es un destierro en su tierra.