viernes, 25 de agosto de 2023

 EN APUROS

Para Edbausambri las noches han dejado de ser placenteras, terribles personajes lo visitan a diario, ya no es capaz de distinguir si está despierto o dormido. Aunque puede él a aprendido a filtrar la ficción, para saber si está en vigilia, la mayoría de los monstruos sobrepasan las barreras que ha construido, Morfeo, al rey de lo onírico, lo sorprende a cada momento.
Las creaciones deformes y de gran poder cruzan todas sus barreras y lo sorprenden: Un Chou Chou gigante, se nota que los han sobrepasado de alimento, con ojos rojizos y saltones lo asalta en los cruces de toda esquina, el canino no ha logrado hacerle heridas, sin embargo arrastra su anciano cuerpo por toda la calle hasta su guarida; Perros callejeros de menor tamaño, sólo por solidaridad canina, se confabulan y ladran en derredor de Edbausambri e intentan morderlo. Todos los días, cuando la consciencia lo acompaña, con el fin de ganar su cariño, aunque sea, les lleva migajas de pan y pellejos, la situación no cambia.
El canino suelta su presa, algo lo atemorizó, acto seguido otra ventana de la oscuridad se abre y aparece una pitón de varios metros de largo y de gran grosor, arrebata la presa al Chou Chou y conduce a la víctima por oscuros túneles hasta sentirse segura, allí, en forma de espiral, abraza mortalmente al indefenso cuerpo e intenta quebrantar sus huesos, no lo logra; gira su cabeza y comienza imbuir, ahora es arrastrado hacía el estómago del anfibio, mira con temor irreductible los venenosos dientes hipodérmicos que se apartan para dejar espacio a que la pase la presa, yo.
Edbausambri se despierta y descansa unos segundos, no quiere volver a quedarse dormido. Ahora duda si despertó realmente, cree que sólo logró salir de un sueño en el que se quedó dormido y soñó dentro de ese sueño, para caer en otros sueños también espeluznantes,
De la profundidad a la que fue llevado arrastrado por la pitón, luego, de ser, como presa, robado al can; sin saber cómo liberó, comenzó a arrastrarme hacia una luz que observaba en la lejanía, una oportunidad para salvarse. Esta vez, algo atroz se apoderó de él, sintió que estaba casi pegado al piso y sólo avanzaba pequeñas distancias, milímetros tal vez, el Chou Chou y la pitón competían por ser el primero en capturarlo de nuevo. Como pudo, reptando, logró llegar al hueco por donde entraba la luz del sol; acto seguido, cayó por un precipicio sin fondo, mientras caía lamentó no haber aprendido a volar.
En el fondo del precipicio, en el que pensó que no llegaría vivo, una mujer de rostro enmarañado y sangriento estaba con una comisión de la policía para capturarlo, acusado de abusar de su fuerza física contra una indefensa y honrada mujer. Dos años después pudo regresar a casa, después de cumplir la condena impuesta por la cárcel y sentir, por si fuera poco, un nuevo miedo, que consumiría sus pocos momentos de felicidad y sosiego: ser acusado nuevamente y llevado a la cárcel.
Edbausambri cuenta a sus amigos y psicólogo particular que la pesadilla se repite noche tras noche desde que, por dárselas de valiente, auxilió a una dama de hermoso cuerpo, de carácter intenso y dominante, que lo llamó por teléfono para que la rescatara de un cangrejo que se había apoderado de la sala de su casa y ella estaba refugiada sobre el mesón de la cocina. Temeroso como siempre fue de los cangrejos, temor obsesivo, incluso les temía aún servidos en la sopa, Se hizo el fuerte, capturó el cangrejo con un envase plástico y lo llevó al río. Desde ese momento, comenta, el cangrejo lo persigue cada vez que se duerme, incluso de día. Corre y corre desesperado hasta donde está el Chou Chou, la única ruta de escape.
Dr. Edgar B. Sánchez B.

martes, 8 de agosto de 2023

NOMBRE PROPIO, NOMBRE COMÚN

 

NOMBRE PROPIO, NOMBRE COMÚN

La felicidad tiene diversos muros para ocultarse.

Disfruta sintiendo que la buscas, se oculta más.

Está en la danza que te proporciona la dama y te enseña a bailar.

Está en la sonrisa, cual tisú, que te extasía cada vez que comparte. La amo.

Está en la canción que proyecta el éxtasis de ser escuchado.

Está en el amigo que te invita a compartir.

Está en los aplausos sinceros que te apoyan en cada intento.

Está en el regaño, cuando hablas y no dejas escuchar.

La felicidad se llama viernes.