viernes, 26 de mayo de 2023

LÚGUBRE

LÚGUBRE

Estoy declinando mi lúgubre voluntad
Lúgubre el camino desde mi habitación
Lúgubre el agua
Lúgubre el inclemente sol que cubre el techo de teja
Lúgubre los relatos que protestan
Lúgubre, lo que llaman proceso
Todo está lúgubre,
Lúgubre las limosnas en bolsas
Lúgubre el silencio
Lúgubre la palabra lúgubre
Soy lúgubre, no protesté
Lúgubre el abismo en el que estamos
Pronto lo lúgubre será arrancado.
Dr. Edgar B. Sánchez B.

lunes, 8 de mayo de 2023

LOS CHAMOS DE LAS MOTOS

 

LOS CHAMOS DE LAS MOTOS

La palabra chamo, en Venezuela, es usada para signar la edad entre, aproximadamente, 12 a 16 años. Sabemos que cuando se es chamo el compartir con los amigos es una de las metas principales, algunos adultos no han superado esta cualidad. Hay sesentones que no superaron la etapa y en sus años dorados, años otoñales, regresan a ella con nuevos bríos y ventajas (entre otras, ausencia de control parental) y con  hay ahorros para gastar y compartir. Bueno todo esto antes de la debacle a las que se sometió el símbolo monetario.

En años pasados, no indico la década por cuanto algunos les molesta el cotejo de la edad, existió en Trujillo capital un grupo de motorizados adolescentes, es decir chamos, formado por: Piroco, Cuco, Redondo, El Pio, El Catire, La Becerra, La Trampa, El Catire, Pirupa, todos ellos con moto propia lista para la aventura y recorridos por territorios aledaños a su pintoresca ciudad incrustada en las montañas con cabañas cual devoto pesebre.

Les gustaba, en grupo total, ir a las playas de: Palmarito, Ceuta, Bobures, La Ceiba y otras, también incluían Cimas como Guirigay, La Cristalina, Ortiz, Loma del Toro, La Ciénega, Cabimbú, La Quebrada, Jajo, La Mesa de Esnujaque, Tuñame, El Águila, Piñango, Las Mesitas, Niquitao (pobladores de altura en lengua Kuika).  Sin embargo, algunas aventuras  no fueron completadas por cuanto algunos se les olvidaba el casco reglamentario para conducir motos, como es el caso de un paseo frustrado, para algunos, hacia Palmarito en la que sólo la mitad lograron disfrutar las lacustres aguas y consumir pescado en las orillas de lago de Marcaibo. Sin embargo, el grupo que no se les permitió pasar en alguna alcabala improvisada de guardia nacional esperó a los demás en un centro de festejo habilitado en la zona de la ruta de regreso.

El efecto positivo que tuvo esta agrupación en todos sus miembros es notable. Ahora, treinta y cinco años después, los vemos con: boutique para carnes, hospedajes para repuestos, clínicas para teléfonos, entre otros servicios vitales para la comunidad en las que viven.

Entre tantas aventuras realizadas resalta, por su sorpresivo desenlace, la ocurrida en el río San Lázaro, teniendo como escenario un suculento sancocho. Quince días antes del evento, se reunieron en la plaza Bolívar de la Ciudad capital, acordaron los aportes que llevarían cada motorizado y sus parejas, incluyendo: envase de refrigeración, Olla de aluminio con capacidad de 50 kilogramos, leña para la flama, verduras, carnes de tres tipos y hojas verdes para agregar aromatización al hervido en los minutos finales de la cocción. 

Al llegar a San Lázaro, población, malecón del río homónimo, libaron por un rato largo, en uno de los establecimientos locales, para no agotar las reservas que llevaban en sus sistemas de enfriamiento y así esperar que los efectos del astro rey se sintieran a cabalidad.

Llegado el momento asumieron el trecho final. Las cristalinas y gélidas aguas fue un carburante benigno para cumplir sus deseos de aventura, se lanzaron al agua y disfrutaron el tormentoso torrente  por un largo y excitado momento.  Menguado los efectos de la libación en el pueblo, se organizaron para alinear las topias que soportaría la gran olla y serviría de aislante para el fuego cuyo combustibles era leños de naranjo y limón, los mejores para tales efectos.

Una señora que allí estaba ofreció su fogata con amabilidad exagerada, aduciendo que su preparativo ya estaba listo para consumirlo.

Ni cortos ni perezosos, aceptaron la oferta. La fogata estaba vestida de colores candentes con rojizos destellos mejorados con los leños que disponían. Montaron la olla con suficiente agua, prepararon las verduras, que iban agregando a la cocción por etapas y previamente lavadas en las corrientes aguas, etapas en perfecta alineación en común acuerdo las durezas respectivas. Habilitaron los envases para las hojas verdes y dispusieron los frascos de vidrio debidamente etiquetados con las especies que daría el toque final al prometedor preparativo. La faena duró aproximadamente tres horas. El envase de refrigeración lo sumergieron en el agua para preservar la baja temperatura, pop, pop era el sonido que emitía al retirar las pequeñas y corrugadas tapas.

Cuando se disponían a organizar la platera para servir las respectivas y equitativas porciones, desde el público presente en el rio emergió la que otrora fuera la amable señora que les cedió la fogata, con gritos desesperados anunciando que unos bandidos le estaban despojando de sus vienes: “ayuda, ayuda, me están robando la comida, ayuda por favor  se van a comer el alimento que preparé con tanto esfuerzo para de mis hijos”

Los bañistas hicieron presencia en apoyo a la astuta mujer, piedras asertivas cayeron sobre los motorizados y sus compañeras de farra. Hubo de huir por el temor de ser lapidados. Dejando todo el herraje en el lugar de los hechos.

Con el tiempo recibieron información que a otros visitantes les ocurrió lo mismo. Eran una banda organizada para robar sancochos y utensilios. La comunidad de organizada de San Lazaro les hizo frente para que no regresaran jamás.

Dr. Edgar B. Sánchez B.

Ana

 Aunque conocemos desde otrora la capacidad de las cámaras fotográficas para capturar la realidad con todos sus detalles, no deja de sorprender esta iconografía, donde la gracia, la elegancia y la belleza en su natural esplendor es capturada para inmortalizar lo hermoso, que por cierto hoy está de cumpleaños, Dios la bendiga. Cuanto agradezco a la naturaleza por haberme dado la gentiliza de disfrutar su magnifica sonrisa y encanto total, en vivo, todos sabemos que se siente con más presencia. Soy admirador de lo que es encantado y que viene para hacernos sentir bien. Mil abrazos Ana.