domingo, 24 de abril de 2022

DUELO

 DUELO

Todos hemos pasado por muchas etapas, y aún faltan un sin número de ellas. Las etapas continúan después de la muerte física, pues creo en la continuidad de los logros obtenidos por el ser y grabado en lo vital de la esencia. 

Los logros, en los que cada uno se esfuerce por obtener, serán aprovechados por la naturaleza en su planificación lenta, continua a fin de proseguir con la evolución hacia una globalidad integrada y equitativa.

Cada saber es necesario. Para usar una analogía común, somos pendrive, guardamos gran cantidad de información, somos parte de una red concienciada para el logro de la integración con seres de otros mundos con los cuales interactuamos, sin que, la mayoría de nosotros, sepamos que lo hacemos.

Hay duelos que siempre están, entre ellos: Por la madre o por un hijo que mueren, por la tierra en la que nacimos y ya no es nuestra, por los amigos de la infancia feliz y estudios de primaria, por los compañeros de bachillerato, por un amor que no se consolidó, por la casa que hubo que venderse para contribuir en la salvación de una vida, por un matrimonio que se desintegró, por lo que se perdió en una imprudencia vial, por lo que  pudo ser, por la desaparición de un amigo, por el rechazo de la familia, por el estilo de gobierno que merecemos y nos fue arrebatado, por la pérdida del trabajo.

Los duelos se atenúan, que bueno que es así, nuestro cerebro recibe el impacto de lo negativo, nos prepara para la rápida acción, contribuye en distintas propuestas de solución y luego trata, resuelta la emergencia, de volver al estado de comodidad que hubo tenido antes del impacto. No siempre el retorno es sencillo.

El duelo de la muerte de un hijo deja una impronta casi imborrable, años de duelo devienen, Heráclito, filósofo griego introdujo esta última palabra: “proceso de nacimiento y desarrollo en que el objeto llega ser”, en nuestro caso el duelo.

Tuve la desdicha de sentir un duelo en estos términos, mi hijo de 20 años murió en un accidente, quince minutos antes estuvo en casa, yo estaba dormido, no pude evitar que en su estado quisiera regresar a su ambiente de fiesta. Veinte años después, aún mi interior reclama.

El duelo por muerte de la madre nunca se olvida, siempre está ahí, cuando emprende el viaje, aunque sea de edad avanzada, su presencia terrenal pareciera que se mudara en nosotros. Comienza el yo interior, el temor de Dios, a hacer los reclamos por lo que no se hizo para llenarla de felicidad. Se le recuerda. Sin embargo, nada es suficiente, en retorno, que iguale la entrega de este extraordinario ser. Química y en conciencia la madre da, el todo por el todo, para que sus hijos alcancen el máximo de felicidad posible. El duelo por la madre, aunque se atenúe, siempre estará.

Yo tuve, aún lo tengo, duelo por un amigo músico, José Luis Covarubios, requintista y guitarrista de máximo nivel, cantante de múltiples canciones, acostumbraba dar conciertos de dos horas seguidas. Tuvo la oportunidad de compartir con José-José en una tertulia que este músico internacional promovió, para el encuentro, en una sala de fiestas de Caracas, capital de Venezuela.  A pesar de ser un caballero del compartir murió y fue enterrado en soledad por causa del covid19. Aún me hace llorar recordarlo.

La tierra también produce entornos de duelo, sobre todo en aquellos en que el odio los condujo hacia otras latitudes del mundo, por no encontrar oportunidades de trabajo en país su país de origen, como es el caso venezolano y, más reciente: Ucrania.  Por la matanza a la que está siendo sometido. Es imposible que podamos escribir las palabras adecuadas que pudieran acercarse a este sentimiento de duelo. La mayoría de los habitantes del mundo no tienen remota idea de lo que puede sentir un desplazado ucraniano. Todo por odio y ansias de poder.

En definitiva, los duelos, aunque son parte del diario vivir, son acercamientos a la muerte, son cambios bruscos en lo que somos. Algunos no lo superamos solos, requerimos de la intervención de los que nos aman o un profesional. Creo que nadie puede orientarnos a conllevarse con un duelo.   

Dr. Edgar B. Sánchez B.

martes, 19 de abril de 2022

LA NATURALEZA DESDE LA VISIÓN DE LORENZO

 LA NATURALEZA DESDE LA VISIÓN DE LORENZO

Donde vivo, es una urbanización incrustada en la montaña, que nosotros, sus habitantes, la llamamos Villita, aunque su nombre de registro sea otro de menor prestancia; Poblada de unos quinientos habitantes, dista del centro de la ciudad unos cuatro kilómetros más o menos, y, de San Jacinto kilómetro y medio.

Por cierto, en San Jacinto está el antiguo y sobreviviente centro nocturno Miranday, que en lengua Kuika significa “donde reposan los espíritus” el cual fue lugar de refugio de Laudelino Mejía y allí esculpió su obra maestra musical: Conticinio, que, por demás, como palabra Kuika significa “la hora nocturna de mayor silencio y tranquilidad”. Comparte protagonismo “El mesón de Don Luis”, pues fue, para la mayoría de los trujillanos capitalinos, es un refugio de escape de las faenas continuas. Lugar de ocio.

En el entorno de Villita, como si hubiesen perforado la montaña, construyeron una casa a la usanza antigua, edificada y mejorada con el pasar de los años, que sirve de vivienda para Lorenzo Cañizales (el negro Cañizales) y sus descendientes.

El negro es, por lo general, una persona callada, su hablar demuestra que ha trajinado en el manejo de la madera; se revela cuando se le anima a conversar. Fue trabajador de aserradero por casi cuarenta años; en esa faena, su olfato aprendió a reconocer el olor del aserrín propio de cada árbol, las figuras de sus cortezas, las vetas que fomentan su elegancia, las hojas por sus formas alagadas o redondeadas con bordes dentados o lizos, sus anillos para calcular la edad y salud. En definitiva, su aprendizaje y sapiencia deviene de la práctica en el manejo diario de la madera y, por su puesto, lecturas para precisar nombres locales y nomenclatura científica.

Es un maestro de la Sierra y el tabloneo, los árboles lo ven lo reconocen y no se le esconden, por cuanto Lorenzo siente respeto por ellos, no los maltrata con ningún tipo de herramienta, los interviene y los transforma en materia prima para el primer arte, cuando su ciclo de vida ha terminado. Acostumbra, como aporte a la comunidad, reparar cachas de cuchillos, también llamados mango de cuchillo, cabo para barretones, escardillas, Palín y pala de albañilería.

Conocer a Lorenzo ha sido formidable, compartió con nosotros las luchas y sancochos en tiempos en que Villita sólo residía como idea en los sueños de quienes asumimos el reto de construirla, hoy luce con todos los servicios necesarios para el buen convivir.

Los días, en los que la fortuna me acompaña y coincidimos, Lorenzo y yo, en la hora del retorno a casa desde San Jacinto a dos kilómetros arriba, conversamos de cada planta que dan sombra a la ruta: Mamón, samán, pardillo, indio desnudo, yagrumo, guaduas, mijao y otros que agregaré en la medida que su enseñanza mejore mi nivel. Son tantos los árboles y arbustos que he intentado conocer e identificar, de acuerdo a sus características, gracias a su armoniosa y desinteresada enseñanza.

Cuantos saberes hay en cada habitante que pueden ser compartidos para el logro de un mundo mejor, para un mundo transdisciplinario, sólo se requiere estar atentos a escuchar y compartir.

Se escuchan, a diario, discursos de cambiar el mundo y lo que somos, pienso que lo mejor es conservar el mundo y lo que somos, sin revoluciones violetas, más bien evoluciones como la naturaleza lo planifica: permanente, sin pausa y sin violencia no anunciada.

Dr. Edgar B. Sánchez B.