miércoles, 29 de agosto de 2018

FLAUTA DE PAN

LA FLAUTA DE PAN


Dice el relato mitológico, que el dios Pan, era un músico extraordinario; en todas las fiestas, las ninfas se acercaban a él para solicitar atención especial y que el dios cantara algunas canciones a su nombre. Sin embargo el disfrute de su feminidad la degustaba quien las bailara. Pan al final de las fiesta quedaba solo. Las ninfas salían, después de la jornada, con aquellos que las bailaron. 

Una noche dedicó todas las melodías a Siringa, hija del dios Aqueloo, dios río. El dios Pan tiene un aspecto que lo hace ver feo, desde la visión de los humanos, no de los sátiros; su forma no es humana, pues posee cachos y patas de carnero, por ser un fauno. Sus pies, más bien patas, le permite rápido desplazamiento. 

Enamorado, estuvo de Siringa, la hermosa ninfa, al terminar las fiestas ésta siempre se escabullía con con algún pretendiente que la había bailado, escuchando su música. La última noche, acabada la fiesta, él la siguió para pedirle permiso para enamorarla; la ninfa se sintió acosada o tal vez, repudiaba el acercamiento, y pidió a su padre, Aquelao, dios río, que la ayudara y, éste, se transformo en cristalina  cascada. La bella ninfa se lanzó con osadía y  desesperación, no se dio cuenta que la caída, cual Churumerú, aún no había terminado de formarse. 

Sus hermanas, náyades, desesperadas, se transformaron en cañaverales, ella también al tocar el fondo.  Cuando llegó a la sima (sima: lo más bajo de un lugar) Siringa, sufrió la misma metamorfosis. 

Un buen rato después, Pan, de precipicio en precipicio, logró llegar donde estaba Siringa, su amada, transformada en cañabrava. Al escuchar el hermoso zumbido que producía el junco al ser movido por el viento, cortó el esplendido tallo para conservarlo por siempre, en honor a la memoria de su amada. Construyó la FLAUTA DE PAN.

Dr. Edgar B. Sánchez B. 

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