EL NIÑO GENIO DE MONAY
Rafael es un personaje, capaz,
cuando descubre alguna debilidad en sus amigos, magnificarla a tal extremo, que
si está presente el aludido, planificará con seguridad, sin ejecutar acción
alguna, caerle a batazo limpio para quitarse de encima tamaña molestia.
Dice Rafael que un amigo suyo, apodado
“El niño genio de Monay”, que cuando realizaba estudios de maestría en
Maracaibo, colisionó su destartalado vehículo con otro propiedad de un
maracucho, acostumbrado al lenguaje refinado, bajó para hacer el reclamo con
las siguientes palabras, cito;
--“Ciudadano, habitante del sol
amado, debemos entrar en diálogo, para acordar arreglos económicos producto de
los daños ocasionados a mi unidad móvil luego que lo haz colidido” a lo que el
maracucho respondió, cito:
--“que colidido y que colidido
del coño, le acabo dar un coñazo, quite esa porquería de ahí que debo llegar al
trabajo, si no lo hace, lo empujo con mi camión y el daño será peor”.
-- No es necesario las palabras
obscenas,
replicó “El niño genio de Monay”,
-nosotros los andinos arreglamos las cosas con la mayor decencia posible.
-- Vergación –, contestó el
maracucho. -- está muy bien, pero quite esa verga que yo no soy andino.
Esta anécdota la ha contado
Rafael, en infinidad de lugares, en presencia del “El niño genio de Monay”-, o
sin ella, agregándole; ironías, sarcasmos o cinismo, sin que el aludido
personaje tenga forma de quitarse de encima tamaña molestia. “El niño genio de
Monay”, aprendió a soportarlo para compartir con él algunos momentos de fiesta,
comida y vino, en las que baila al son de un pasodoble, imitando las poses de
un torero en plena lidia de San Sebastián, en la ciudad de la cordialidad; o
ferias del Sol, en la ciudad de los Caballeros; a las que acostumbra ir.
“El niño genio de Monay” es bajo
de estatura, en este momento que ronda los sesenta y cinco años, su aspiración
de altura está satisfecha en 1.55 centímetros. Él expresa, con léxico
rebuscado, que jamás ha necesitado ser más alto y que siempre ha sido
acompañado de hermosas damiselas.
Cuenta Rafael, en una fiesta con
dominó, a la que asistimos unas cuarenta personas, que “El niño genio de Monay”,
en sus parvulidad, niño menor de cinco años, fue considerado como tal, como
“niño genio” por su capacidad interpretativa, léxico de altura, memoria
prodigiosa, casi eidética y, voluntarioso para ayudar a resolver la
problemática de la comunidad, en la escuela cuando cursaba primer gado.
Dice Rafael, que era adorado casi
en el mito, por sus maestros, compañeros de estudio y los padres de los niños. “El
niño genio de Monay”, enaltecido por los
halagos que Rafael le prodigaba, escuchaba con beneplácito, pues veía que todos
los presentes estábamos atentos al relato. Incluso, a este personaje, acá
presente, exageró, la comunidad le construyó una plaza con una pedestre en la
que un niño se ayuda de una banca para parecer más alto y así ser visto por la
multitud que le aclama, con aplausos sus discursos acostumbrados: “El niño
genio de Monay”,. “El niño genio de Monay”, “El niño genio de Monay”.
Rafael acostumbra, cuando tiene
audiencia, extender sus relatos, con incisos sarcásticos, que hacen reír a
cualquiera, incluso al propio “El niño genio de Monay”, que goza con la maldad
del narrador de la historia de su vida.
Un día de tantos “El niño genio
de Monay”, le rogó a la Mamá que lo dejará ir a Trujillo, ciudad cercana, a
comprar algunos enseres para la escuela. La madre, que estaba orgullosa de él,
acertó; estos materiales que desea comprar servirán para mejor crecimiento
escolar “El niño genio de Monay”, viajó solo, en el unidad de transporte, los
pasajeros se admiraban como un niño tan pequeño pudiera realizar viajes y
compras solo. “El niño genio de Monay”, con elocuencia contaba que su mamá lo
consideraba un genio porque era capaz de llevar a cabo múltiples actividades
que estaban reservadas para los adultos y además era amado por toda la
comunidad que en muchas oportunidades lo cargaban sobre las piernas, las damas
quinceañeras.
En la medida que el relato tomaba
forma y muchos reían de las ocurrencias de Rafael, éste iba agregándole más y
más contenido de humor sarcástico.
“El niño genio de Monay”, h no
regresó por tres días, la comunidad escolar junto a su angustiada madre,
organizaron comisiones de búsqueda. No lo encontraron en los sitios a los que “El
niño genio de Monay”, h manifestaba que le guastaba: parques infantiles, el
circo que visitaba el pueblo, el rio, las casas de alquiler de bicicletas y
patinetas, escuelas kindergarter, en ningún lugar fue posible encontrarlo.
Desapareció el niño genio, decían en la comunidad de convivencia. Llamaron a la
radio, a la televisión local, avisos en todas las unidades de transporte,
afiches en cada esquina de Trujillo y Monay, revisaban incluso por debajo de
los asientos de los autobuses en el que el “pequeño genio” pudo quedarse
enganchado. Esto tampoco dio resultado.
Al frustrarse todos los esfuerzos
creativos para encontrarlo, se dirigieron al batallón del ejército y a las
distintas unidades de socorro para que comisiones militares salieran en su
búsqueda. “El Niño genio”, la madre se negaba preparar los respectivos
homenajes mortuorios. Él es un “ niño genio”, decía la madre, él sabrá
regresar.
En la comisión de búsqueda
también incorporaron a los nuevos reclutas. Sorpresa para todos: para la madre,
para la escuela, para la comunidad, “El niño genio de Monay”, h formaba parte
de la comisión de búsqueda, no era un niño el prestigioso estudiante de primer
grado, tenía veinte años y lo habían reclutado. Todos al unisonó rieron con
sonoridad (a carcajadas), escucharon la historia con atento disfrute, mientras
admiraban la genialidad del irónico Rafael.
Basta ya, basta ya, basta ya,
gritó “El niño genio de Monay”, h con encono golpeando con fuerza la mesa de
dominó, sin cesar y enfurecido; las fichas saltaron al techo y algunas por la
ventana; no me moleste más enano Rafael que usted es más pequeño que yo, si
continúa echando chiste sobre mí, le daré una paliza que la recordarás toda su
vida.
Rafael prudentemente se alejó un
poco de “El niño genio de Monay”, h, escondiendo siempre la cara para que no lo
viera la maldad que estaba expresa en su rostro y también evitaba las miradas
de los invitados a la fiesta, de hacerlo se escucharían su compungida risa.
Todo llegó a la calma, “El niño
genio de Monay”, h olvido lo ocurrido, he hizo las paces con Rafael, sin
embargo, Rafael de vez en cuando sin que “El niño genio de Monay”, escuchara,
soltaba nuevos sarcasmos. Y tenía dos años de renuente.
Este relato, lo ha repetido cada
vez que ha tenido oportunidad, todos conocemos la historia del niño genio de
Monay.
Edgar B. Sánchez B.