GUARDIANES AL ACECHO
San Jacinto es un pueblo, que pertenece a Trujillo, estado Trujillo, cuenta
con una población aguerrida a sus costumbres y a su historia. Los vecinos hablan con orgullo
sobre Miranday (donde reposan los espíritus) que otrora fue un centro nocturno
donde los músicos se daban cita, entre ellos Laudelino Mejías, autor de la
mundialmente conocida pieza musical
“Conticinio” (el momento de mayor silencio en la noche). Posee: mercado
municipal, una agropecuaria, casa de policía, prefectura, Iglesia, plaza
central con estatua de Monseñor Carrillo, dos puentes vehiculares y peatonales
para cruzar al otro lado del Rio Castán, Una bomba de gasolina, un ambulatorio,
varios puntos de comida y lugar de encuentro de cantantes de karaoke, entre los
que destaca “La tertulia de Alejor” con su pescado y pollo a la broster y las
noches de los viernes y sábados en las cuales podemos escuchar interpretaciones
de excelentes cantantes, que se dan cita en este karaoke incentivados por la
atractiva personalidad de sus dueños anfitriones, también está el karaoke
"la Morena", hay dos vías que conducen a páramos distintos: La
Cristalina y Ortiz, una buen número de canapiales y una veintena de perros
caseros que prefieren vivir en la calle.
Los perros se han apoderado de algunas de las calles, la defienden con
tesón, ladridos y dientes; toda la jauría se agrupa en torno al líder a la
menor señal de alarma. Son perros de mediano tamaño con peso máximo por cuanto
están bien alimentados.
Antonio delgado es uno de los pocos que puede transitar la calle “del
poder” sin temor a los aullidos de emergencia, toda la jauría se abalanza sobre
él para mostrarle aceptación y cariño, sus colas son molinetes en su presencia.
En esos momentos de encuentro especial entre Antonio y los canes, sugiero a
todos sus amigos, no acercarse a saludarle, quienes lo han intentado son
testigos que los ladridos cambian a una tonalidad agresiva y todos lo repiten
al unísono.
La puerta de la casa de Antonio emite un sonido inaudible, para el humano,
cuando se abre, sin embargo todos los que estemos en las cercanías, sobemos que
el dueño saldrá a recibir las luces del alba; los perros perfilan su atención y
sus cabezas las orientan hacia su casa.
Siempre veremos a Antonio Delgado, con pesadas bolsas contentivas de
retazos de ganado vacuno, aviar y porcino; su casa huele a sabrosos sancochos
cocidos a leña de naranjo y limón, con su olor los perros entran en letargo de
plácemes, están seguros que se prepara el manjar para la nostra ora. Habrá
suficiente para todos.
Antonio Delgado es un biofilo, con suficiente madures para no caer en el
síndrome de bambi, su compasibidad y defensa se activa cuando escucha el gemido
que emite algún perro al ser pateado por un transeúnte no deseado, Antonio va
un paso más allá sin pasar el umbral, dice: todo ser vivo debe autodefenderse.
Sin embargo su rostro se llena de angustia cuando escucha un síntoma de
maltrato. No acepta el falso lenguaje
inclusivo de que los perros son familia y como consecuencia los hijos de estos
ejemplares cuadrúpedos son nietos. Lo considera una horrenda abstracción
facilista construida por una sociedad indolente que genera vocablos y
situaciones proximistas con el fin de ocultarse y apoyar la indolencia.
Los Perros de San Jacinto, se han trasformado en guardianes de sus
pobladores. Ahora más, pues los ambientes nocturnos han crecido, los que
disfrutan de noches de farra, saben que la frontera sensible entre el disfrutar
e el ir más allá, está, como guardianes al acecho, protegida por: Guadalupe,
Marbella, Negro y La marica.
Todos sabemos que los perros son territoriales, Kaicer controla las cercanías
de parque Román Valecillos, en la vía que conduce al páramo De Ortiz, dos
compañeros de género le acompañan. Yo, particularmente, tuve que obsequiarles
galletas, trozos de pan, arepas hechas en casa, para ganar algo de aceptación,
ahora son mis amigos y salen a saludarme cada vez que frecuento el lugar. El
territorio de Kaicer es distinto al de Guadalupe.
Es tal la afición cariñosa que tiene la comunidad con estos compañeros de
vida que recuerdan los nombre de generaciones pasadas, entre ellos a: Coralmin
de Ramón Terán, Fusil de Atilio Parilli, Nerón de Antonio Pacheco, Nei de José
La Paz, Tigre de Pablo Barreto, quien esperaba a que Don Pablo abriera el
portón del garaje para salir y morder a todo aquel que se acercara a la unidad
de transporte; como olvidar al perro Lazo de Ricardo Núñez y Gasofia que se
subía a todos los carros cuyo dueño le mostrara algo de cariño.