lunes, 24 de julio de 2023

OTILIA UN PERSONAJE PARA LEER

OTILIA UN PERSONAJE PARA LEER

Habitar a una persona, es algo así, como los hijos ocupan a la madre, ella por doquier esté, piensa en ellos y se organiza para crear espacios en los que ellos, sus hijos, pudieran encontrar felicidad.

Otilia nos ocupa y nosotros la ocupamos. Siempre la ocupamos cuando deseamos momentos de esparcimiento, a los cuales estaba disponible sin condiciones y porque ella nos pensaba en su amor cultivado por la familia.

Nunca nos llamó por algún medio de comunicación de la modernidad, sin embargo el llamado de sus pensamientos y su disposición para compartir, discaba días de asueto para que ocupáramos espacios de su ocupado pensamiento.

Otilia nos ocupa, por cuanto pensamos en ella como soporte fundamental, el cimiento desde el cual crecimos y somos. Nos ocupa, porque siempre está en nuestros pensamiento y organizamos energías para contribuir, como consciencia colectiva, a la elevación de plegaría para la recuperación de su salud. Otilia es dadora como la naturaleza y la naturaleza la recompensará.

En este momento, nuestra hermana mayor, nuestra tía, mamá y abuela, requiere que ocupemos, para ella, algunos espacios de nuestro vivir para realizar aportes que contribuyan a sustentar su salud.

Recordemos: Otilia nos ocupa y nosotros la ocupamos. Ella es así.

martes, 18 de julio de 2023

VIAJERA DEL RIO

 VIAJERA DEL RIO, audiencia extraordinaria

Viajera del Rio, es una de las canciones paisajistas, de hermosura espectacular, de nuestro país Venezuela. Ciudad Bolívar con Manuel Yanez se vistió de Bardo y acogió las incontables semblanzas de nuestro realismo mágico, al más fino estilo de: García Marqués, Horacio Quiroga, Juan Rulfo, Antonio Pérez Bonalde, por nombrar algunos. Frases como: “paseando una vez por el malecón”, “una flor perfumando al río”, “ni que fuera un mago para retener la fuerza de río”, “el arcano tiempo la alejó de mí”, “y vuelvo a ver mi flor” llenan de líneas melódicas, como dibujos oníricos, sobre la magno Orinoco y la Eichhornia crassipes (lirio de río); son, a mi modo de ver, ligamentos de excelsa oniricidad para expresar la añoranza del otoño hacia la primavera, en las edades humanas. Cada una hermosa al saberlas recorrer. Desde el Balcón, de los ochenta y más, se ve la juventud turbulenta llena de coloridas flores, cual río, con la mensura propia de los que la han vivido en saciedad, deseosos de  tributos de magia para, sin perder lo hermoso que brinda el otoño, retener lo más que se pueda la primavera de nuestras vidas y volver a mi flor.  Cito “Por eso en mis sueños, cuando le recuerdo… siempre voy al malecón” 

La Oportunidad se me dio de cantar, tan bella reliquia, ante el escenario de la Tertulia de Alejor. Todos los asistentes, médicos en su mayoría, cantaron al unísono, a baja voz, como buenos karaokeros, las frases de Manuel Yánez dedicadas al caudaloso Orinoco.  

Dr. Edgar B. Sánchez B.

miércoles, 12 de julio de 2023

100 con 100 (ecuaciones diofánticas)

100 con 100 (ecuaciones diofánticas)

Se desea comprar, con 100 bolívares, 100 animales; entre ellos: gallos a 5 Bs., gallinas a 1 Bs.   y 20 pollos/ bolívar,   ¿Cuántos animales, de cada uno, se puede comprar?

Solución: G cantidad de gallos, g de gallinas, p pollos.

G+g+p=100 Ecuación de cantidad de animales.

5G+g+p/20=100 Ecuación de precios, multiplico por 20, ambos lados para transformarla en diofántica, y que exige coeficientes naturales.

Cantidades G+g+p=100, precios  100G+20g+p=2000, Resto la primera de la segunda y nos queda: 99G+19g=1900.

Ahora se despeja una de ellas, lo haré con g.      (1900-99G)/19=g

g tiene que ser un número natural por cuanto es la cantidad de gallos, puede ser: 1, 2, 3, ……. Lo haré con g=1. 

(1900-99g)/19=1, equivalente a: 1900-99g=19, equivalente a:  1881=99g, de donde, para G=1, se tiene que g=1881/99=19.

Ya tenemos, para esta solución, una gallina, 19 gallos, por lo que serán 80 pollos.
Verificación

1+19+80= 100 cantidad de animales.  1*1+19*5+80/20=1+95+4=100
En caso de que haya otras soluciones las dejo al lector.

 


viernes, 26 de mayo de 2023

LÚGUBRE

LÚGUBRE

Estoy declinando mi lúgubre voluntad
Lúgubre el camino desde mi habitación
Lúgubre el agua
Lúgubre el inclemente sol que cubre el techo de teja
Lúgubre los relatos que protestan
Lúgubre, lo que llaman proceso
Todo está lúgubre,
Lúgubre las limosnas en bolsas
Lúgubre el silencio
Lúgubre la palabra lúgubre
Soy lúgubre, no protesté
Lúgubre el abismo en el que estamos
Pronto lo lúgubre será arrancado.
Dr. Edgar B. Sánchez B.

lunes, 8 de mayo de 2023

LOS CHAMOS DE LAS MOTOS

 

LOS CHAMOS DE LAS MOTOS

La palabra chamo, en Venezuela, es usada para signar la edad entre, aproximadamente, 12 a 16 años. Sabemos que cuando se es chamo el compartir con los amigos es una de las metas principales, algunos adultos no han superado esta cualidad. Hay sesentones que no superaron la etapa y en sus años dorados, años otoñales, regresan a ella con nuevos bríos y ventajas (entre otras, ausencia de control parental) y con  hay ahorros para gastar y compartir. Bueno todo esto antes de la debacle a las que se sometió el símbolo monetario.

En años pasados, no indico la década por cuanto algunos les molesta el cotejo de la edad, existió en Trujillo capital un grupo de motorizados adolescentes, es decir chamos, formado por: Piroco, Cuco, Redondo, El Pio, El Catire, La Becerra, La Trampa, El Catire, Pirupa, todos ellos con moto propia lista para la aventura y recorridos por territorios aledaños a su pintoresca ciudad incrustada en las montañas con cabañas cual devoto pesebre.

Les gustaba, en grupo total, ir a las playas de: Palmarito, Ceuta, Bobures, La Ceiba y otras, también incluían Cimas como Guirigay, La Cristalina, Ortiz, Loma del Toro, La Ciénega, Cabimbú, La Quebrada, Jajo, La Mesa de Esnujaque, Tuñame, El Águila, Piñango, Las Mesitas, Niquitao (pobladores de altura en lengua Kuika).  Sin embargo, algunas aventuras  no fueron completadas por cuanto algunos se les olvidaba el casco reglamentario para conducir motos, como es el caso de un paseo frustrado, para algunos, hacia Palmarito en la que sólo la mitad lograron disfrutar las lacustres aguas y consumir pescado en las orillas de lago de Marcaibo. Sin embargo, el grupo que no se les permitió pasar en alguna alcabala improvisada de guardia nacional esperó a los demás en un centro de festejo habilitado en la zona de la ruta de regreso.

El efecto positivo que tuvo esta agrupación en todos sus miembros es notable. Ahora, treinta y cinco años después, los vemos con: boutique para carnes, hospedajes para repuestos, clínicas para teléfonos, entre otros servicios vitales para la comunidad en las que viven.

Entre tantas aventuras realizadas resalta, por su sorpresivo desenlace, la ocurrida en el río San Lázaro, teniendo como escenario un suculento sancocho. Quince días antes del evento, se reunieron en la plaza Bolívar de la Ciudad capital, acordaron los aportes que llevarían cada motorizado y sus parejas, incluyendo: envase de refrigeración, Olla de aluminio con capacidad de 50 kilogramos, leña para la flama, verduras, carnes de tres tipos y hojas verdes para agregar aromatización al hervido en los minutos finales de la cocción. 

Al llegar a San Lázaro, población, malecón del río homónimo, libaron por un rato largo, en uno de los establecimientos locales, para no agotar las reservas que llevaban en sus sistemas de enfriamiento y así esperar que los efectos del astro rey se sintieran a cabalidad.

Llegado el momento asumieron el trecho final. Las cristalinas y gélidas aguas fue un carburante benigno para cumplir sus deseos de aventura, se lanzaron al agua y disfrutaron el tormentoso torrente  por un largo y excitado momento.  Menguado los efectos de la libación en el pueblo, se organizaron para alinear las topias que soportaría la gran olla y serviría de aislante para el fuego cuyo combustibles era leños de naranjo y limón, los mejores para tales efectos.

Una señora que allí estaba ofreció su fogata con amabilidad exagerada, aduciendo que su preparativo ya estaba listo para consumirlo.

Ni cortos ni perezosos, aceptaron la oferta. La fogata estaba vestida de colores candentes con rojizos destellos mejorados con los leños que disponían. Montaron la olla con suficiente agua, prepararon las verduras, que iban agregando a la cocción por etapas y previamente lavadas en las corrientes aguas, etapas en perfecta alineación en común acuerdo las durezas respectivas. Habilitaron los envases para las hojas verdes y dispusieron los frascos de vidrio debidamente etiquetados con las especies que daría el toque final al prometedor preparativo. La faena duró aproximadamente tres horas. El envase de refrigeración lo sumergieron en el agua para preservar la baja temperatura, pop, pop era el sonido que emitía al retirar las pequeñas y corrugadas tapas.

Cuando se disponían a organizar la platera para servir las respectivas y equitativas porciones, desde el público presente en el rio emergió la que otrora fuera la amable señora que les cedió la fogata, con gritos desesperados anunciando que unos bandidos le estaban despojando de sus vienes: “ayuda, ayuda, me están robando la comida, ayuda por favor  se van a comer el alimento que preparé con tanto esfuerzo para de mis hijos”

Los bañistas hicieron presencia en apoyo a la astuta mujer, piedras asertivas cayeron sobre los motorizados y sus compañeras de farra. Hubo de huir por el temor de ser lapidados. Dejando todo el herraje en el lugar de los hechos.

Con el tiempo recibieron información que a otros visitantes les ocurrió lo mismo. Eran una banda organizada para robar sancochos y utensilios. La comunidad de organizada de San Lazaro les hizo frente para que no regresaran jamás.

Dr. Edgar B. Sánchez B.

Ana

 Aunque conocemos desde otrora la capacidad de las cámaras fotográficas para capturar la realidad con todos sus detalles, no deja de sorprender esta iconografía, donde la gracia, la elegancia y la belleza en su natural esplendor es capturada para inmortalizar lo hermoso, que por cierto hoy está de cumpleaños, Dios la bendiga. Cuanto agradezco a la naturaleza por haberme dado la gentiliza de disfrutar su magnifica sonrisa y encanto total, en vivo, todos sabemos que se siente con más presencia. Soy admirador de lo que es encantado y que viene para hacernos sentir bien. Mil abrazos Ana.

lunes, 24 de abril de 2023

UNA DAMA VESTIDA DE BLANCO (corregido)

 

UNA DAMA VESTIDA DE BLANCO

Cuando uno de mis hermanos estuvo hospitalizado en el central de salud de San Cristobal, Táchira, Venezuela, yo, dado el evidente cansancio físico de sus hijos, ofrecí quedarme una o dos noches, para acompañarlo, José Antonio, mi otro hermano, fue conmigo la primera noche. Lo hice, con sumo agrado, por cuanto, el que ahora requería cuidados, fue apoyo sólido para que yo logrará mi proyecto personal.

En el transcurrir de la segunda noche,  lamento no haber acompañado más, el agotamiento hizo presa de mí. A las dos de la madrugada bajé hacia una habitación del mismo hospital, que estaba disponible para el descanso, mi hermano la ocupó antes de la intervención quirúrgica desde la cual pasó a terapia intensiva y no salió de allí.

Esta habitación quedaba a seis largas escaleras en forma de espiral con igual número de pisos abajo del destinado para la terapia oncológica intensiva. Ubicada en un ala del hospital en la cual eran atendidos los pacientes que por sus posibilidades podían apoyar económicamente al centro de salud. Por cierto, los trámites para el ingreso, a este tipo de atención, fueron facilitados por el médico que lo operó catorce años atrás en su primera lucha contra el Cáncer.

Quien haya estado como acompañante en un ambiente hospitalario entenderá a profundidad el agotamiento que genera, sobre todo si sus recursos económicos son limitados. Allí, en ese espacio para el logro de la salud, brotan, de los acompañantes, en forma natural silenciados llantos y lamentos continuos y solidaridades que brotan de manera espontánea. La atención que nace para apoyar un ser querido se fortalece, sin embargo pronto cobra su precio al cuerpo.

Con marcado estoicismo, mi hermano enfermo, pasó sus últimos días. Es de hacer notar, que mantuvo su ecuanimidad ante la frontera indeleble de la vida y del mundo paralelo. Se mantuvo sólido cual roca del más fino cristal. Emuló acrecentado su acostumbrado tesón, tal como fue su tránsito por la familia y por la comunidad de vecinos que tanto respetó, formó y educó. Recibió entusiasta y desinteresado apoyo de los vecinos de la comarca en la cual vivía. 

Debo destacar, que la vivencia de acompañarle fortaleció los cambios deseados a mi personalidad;  para bien por supuesto. Tuve la oportunidad de ser su punto de apoyo en un merecido baño a su maltratado cuerpo, ante improvisados depósitos de agua y lograra refrescar la acostumbrada limpieza de su cuerpo que ya se preparaba para permitir el vuelo, cual águila, hacia mundos que sólo imaginamos.

Mi hermano fue así, siempre firme, siempre amable, siempre resiliente, siempre preparado para afrontar los retos y dejar con ellos un ejemplo a seguir.

El piso oncológico ya comenzaba a sentir el abandono gubernamental, las puertas rechinaban con ruido estruendoso, no había agua por las tuberías, todos los insumos había que comprarlos y la habitación de descanso para los familiares de los enfermos lucia deteriorada.

LA EXPERIENCIA

Me he alejado, por la emoción de relatar sobre mi apreciado hermano, del propósito inicial del relato. Expresaba que, a las 2 a.m. decidí transitar las escaleras desde el piso oncológico hasta el segundo.

En la ruta encontré una enfermera con atuendo de reluciente blancura, que acompañaba con una sonrisa que llenaba su bello rostro de excelsa alegría. En sus manos el equipamiento usual para aplicar tratamientos hipodérmicos.

Me sentí acompañado, no es fácil caminar solo, al menos no para mí, tengo una imaginación sin control alimentada por cuentos de terror de los obreros de la finca en la que me criaron, caminar por las escaleras de un hospital a las 2 a.m. es productor de imágenes que hacen que los pies tiemblen en cada paso que se dé en anchas escaleras  de escalones fieles a los estandar propuestos por los manuales de ingeniería, desde cuyos bordes se puede mirar hacia la profundidad iluminada a diez pisos más abajo.

Dormí con profundidad.

Al otro día, ya avanzada la mañana, subí de nuevo al piso de cuidados intensivos, allí con rostros atónicos estaban los acompañantes de los otros pacientes. Yo estuve presto acompañar en búsqueda de medicamentos sugeridos por los médicos para el tratamiento oncológico estomacal.

Me preguntaron, a boca de jarro, que experiencia tuve de mi inocente y osada travesía, por las escalera, en la madrugada de esa mañana. 

- ¿A qué horas bajó?

- Respondí, a las dos de la mañana

- ¿Viste a alguien en la escalera?

- Si. Una enfermera que subía a dispensar un tratamiento médico.

Todos intercambiaron miradas.

El interrogante prosiguió.

-A esa enfermera, todos los que hemos bajado de madrugada, nunca solos, no somos capaces, la vemos que sube.

- Dicen que murió, hace aproximadamente diez años de un infarto, en el preciso momento que aplicaba un tratamiento oncológico. Narran, los que relatan las experiencias de los que la conocieron, que fue muy responsable e incansable en su trabajo y que sube a concluir el último y que lo hará por siempre por cuanto el paciente que atendía murió una hora después.

-El espíritu quedó errante- comenta una segunda persona.

-De haber logrado terminar, el tratamiento, el paciente atendido se hubiese salvado- agrega un tercero.

-He escuchado que todo aquel que la ve se calmará de alguna dolencia de la que esté padeciendo -concluye un cuarto hablante.

-Nunca bajaré solo, menos a esa hora- cierra un quinto.

Luego, superada la impresión, acompañe  a los que buscaban el tratamiento a un centro de abastecimiento de insumos médicos, en su vehículo, color verde, creo, en el que el compró las bolsas contentivas de los nutrientes para la distanansia. 

Veinte años más tarde, cuando me aventuré a escribir este relato, solicité detalles y me comentaron que los otros miembros de la familia también la vieron, cuando bajaban las escaleras, aproximadamente la misma hora. La cofia que lucía, la enfermera nocturna, poseía la pequeña cruz roja, aditivo que diez años atrás se había dejado de usar. Para mi sano juicio, doy gracias a mi desconocimiento histórico de la vestimenta. De saberlo hubiese corrido despavorido y de seguro no sería yo el que cuenta este relato.

Edgar B. Sánchez B.