viernes, 27 de mayo de 2016

CANTO DE LOS GALLOS

CANTO DE LOS GALLOS

En el diario vivir cada persona tiene la oportunidad de conocer y convivir con personajes que superan las visiones y comportamientos de su entorno social; se les llama sobresalientes.  Aportan su saber y su forma de convivencia en todos los momentos posibles, a los que a ellos acuden, en reconocimiento,  jóvenes ya avanzados en años, en estos últimos estoy yo, en búsqueda de sus experiencias vividas en pro del saber y de lo empírico, entiéndase esto último como lo experimentado y practicado para que tenga brillo y elegancia al ser mostrado.
En mi caso he tenido en suerte conocer y compartir con Luis Orlando Briceño, al cual me referiré, en lo sucesivo, como Chirolo,  así se hace llamar, le agrada, y así lo conocemos todos, tanto que su nombre de pila, la bautismal, dejó de ser signo para referirse a él; pregunten por Luis Orlando Briceño y nadie le dará respuesta, hazlo por el concepto Chirolo y todos saben quién es. Es un músico extraordinario de: guitara, piano, cuatro, teclado, contrabajo y canta con tal comunicación que es imposible, al oírlo, no detenerse para disfrutar de la melodía que, en sutil y alegre compartir, transmite respeto y madurez: puedo decir con la seguridad de la convivencia, que ha vivido de este arte, el más universal posible, y la música ha vivido de él.
Los títeres y la pintura son otras de sus facetas,  las interpreta con elegancia y sencillez, compone interpretando y enseñando, convencido de lo que dice Séneca: “ Homines, dum docent discunt”: los hombres aprenden mientras enseñan; sus arreglos dibuja, en sonidos, la naturaleza general y su naturaleza interior, yo que he sido su alumno, resalto también, su habilidad como docente, cualquiera sea la cantidad de horas que corresponda, se termina descansado y con los músculos de la risa totalmente ejercitados. 
Cuando Chirolo enfermó de una dolencia en la piamadre, de la cual salió airosamente, sus horas de insomnio aumentaron drásticamente, pequeñas ráfagas de sueño eran interrumpidas por el cantar en el patio vecino, una casa de las que aún, en la ciudad, crían: patos, gallinas, loros, cochinos, y cantarines gallos. Nos cuenta, entre chistes y risas que, al no poder dormir, se dedicaba a componer canciones y, entre otras,  nació la siguiente letra, dedicada al gallo despertador:
I
Siempre cantando el gallo/ dando la hora con su kikirikí/ y cuando está cantando/le dan las dos, le dan las tres. (bis)
Que bonito canta el gallo/pero no deja dormir/son las seis de la mañana/ y él con su kikirikí. (bis)
II
Siempre cantando el gallo/ sobre el totumo/ y en el corral también/ y siempre está cantando/ kikirikí, kikiricó.
Que bonito canta el gallo/ pero no deja dormir/ son las seis de la mañana/ y él con su kikirikí. (bis)
Cuando tuvo melodía y acordes le dio una serenata a la vecina, la dueña de los gallos, precisamente a la hora en que el gallo lo despertó. Ella, acostumbrada a los cantos, no estuvo despierta en los primero acordes, por lo que hubo de parar la interpretación y dar unos cuantos toques a la puerta hasta que dio señas de estar en vigilia. – quién es—preguntó la vecina, --vengo a darle una serenata—respondió chirolo, -- gracias vecino, que hermoso- continuó la vecina. Y nuestro amigo empezó a cantarle. Terminada la interpretación, la serenatiada hizo el comentario, -- Chirolo, no es un gallo, son dos gallos—. Así que regresó a su estudio y agregó la tercera parte de la canción:
III
Ahora no es un gallo/ ya son dos gallos/ con su kikirikí/  y siempre están cantando/ kikirikí, kikiricó. (bis)
Que bonitos son los gallos/ pero no dejan dormir/ son las seis de la mañana/ oye su kikirikí (bis).
La dolencia continuó, no había médico que diera el diagnóstico preciso, como buen padre, viajó a Mérida para atender a uno de sus hijos que había sido hospitalizado, el estrés que esta aventura produjo en Chirolo un desmayo en el centro hospitalario, por lo que fue atendido quirúrgicamente, al sanar, con su habitual sentido del compartir y amor a la otredad, dio serenatas a los otros enfermos y entre ellas cantó la canción “Canto de Gallos”.

Dr. Edgar B. Sánchez B.

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