sábado, 26 de mayo de 2018

MOMOYES

MOMOYES


En Trujillo, estado Truijillo, Venezuela, relatan nuestros ancestros, habitan seres, no humanos, muy parecidos, que por temor o sencillamente para preservar su privacidad y autenticidad se radicaron en cuevas profundas y ocultas. En montañas habitadas, también, por serpientes venenosas, guardianas de sus hospedajes, a las que alimentan para aumentar su prole y tener protección natural y evitar el acercamiento.

Son oriundos de agrestes moradas, tales como de la formación rocosa Tucutucu, protectora natural de la ciudad de Trujillo, y en las lagunas: Negra y Los Cedros del parque Guaramacal, del municipio Boconó; el también hogar del oso frontino en peligro de extinción.

Los Momoyes que habitan el páramo la Culata del estado Mérida, son siempre agresivos, su plan estratégico es hacer que los visitantes se extravíen, acumulando con su poder densas nubes para impedir la visual mas allá de un metro de radio.

En el Táchira, en Colón de las Palmeras, ha habido contacto, en estos extraños y escurridisos seres, en la laguna encantada de Vegones, en las cercanías de Boca de Monte, en la ruta al páramo el Zumbador. Allí los momoyes castigan ahogando a todos aquellos que perturban el silencio de la laguna lanzando piedras a las cristalinas aguas.

Quienes fortuitamente tienen un encuentro con algún Momoy, quedan atrapados en una especie de encantamiento adormecedor, al inspirar el perfume que vierten sus cuerpos, producto de años de evolución biológica, que les ayuda protegerse de sus paralelos humanos a quienes consideran ambiciosos de poder y gloria.

Los que son atrapados, en profundo trance, se convierten en presas para sus designios particulares, de no ser así, pues, hay humanos protegidos contra encantos, son sometidos a escuchar gritos estridentes que los obliga huir del lugar de encuentro sin que queden recuerdo alguno del lugar donde ocurrió.

Si el humano es una mujer hermosa, de temprana edad, ya fecunda, es llevada a sus moradas sin dejar huellas del rapto; habilidad madurada con los años y con la práctica. Por ello, no se ha logrado ubicar con precisión donde residen. Aún no se ha sustentado las razones de los secuestros, aunque el imaginario popular cuenta que son para que sean evolucionadoras biológicas y así tener prole parecidos a los humanos para que, educados par tal fin, transiten mezclados con la hermana especia, sin ser descubiertos.

Los humanos-momoyes dotados de la sensibilidad irresistible de regresar a su hábitat de nacimiento, pueden permanecer, por periodos largos, en estado de jinas, cual yoguis en el hiperespacio, para lograr la aparición o desaparición del espacio tridimensional..

Los momoyes tienen forma humana, sin serlo, si lo desean, estatura menor a los cuarenta centímetros, con largas barbas amarillentas, todos sus dientes son colmillos afilados, su cuerdas vocales tan agudas que las envidiaría Farinelli, el castrato, el medieval hombre soprano.

Siempre están ataviados de enorme sombrero de cogollo. Pueden vivir muchos años, diez o más generaciones humanas, por ende su manejo de los recurso naturales y las habilidades de hacerse invisibles.

Tienen el don de la inmortalidad, de la que escapan a voluntad, ese es uno de sus fines anhelados, descubrir la ventana de acceso a un nivel superior de existencia, entrar en la muerte y salir de ella. 
Cuando, en forma consciente abandonan el cuerpo, conservan los conocimientos adquiridos para ser usados en los universos paralelos en los que habitan en consecuencia.
A ninguno de ustedes lectores les deseo un encuentro con ellos, con los momoyes. 

Dr. Edgar B. Sánchez B.

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