LA VISITA Y EL PASTOR
Uno de mis amigos, el que comparte mis momentos de angustia
y los de alegría, escribe relatos, en formato autobiográfico, denominado “El
Niño del Palmar”, los intituló así, por cuanto en ellos narra memorias de un
niño que habitó la aldea del Palmar en el estado Táchira. Desde allí,
estimulado por una de sus hermanas, que trabajó para una familia dueña de im
panadería, comenzó el peregrinar que lo ha llevado a diversas partes del mundo,
donde ocurrieron galimatías inextricables que ha ido relatando en el transitar
de sus memorias y la inspiración de algunas noches de plenilunio.
El niño del palmar está acompañado. Para nadie es un secreto
que cualquier ambiente, donde la presencia femenina sea asidua, se llena de
influjos positivos y todo florece, todo luce, ínsita la visita. Basta una mujer, sin son varias, mejor, para
que las casas se llenen de luz, de perfume, de visitantes, de flores que
titilan cuando se besan. Eso está ocurriendo en la casa del “Niño del Palmar”.
Por alguna razón, el personaje tan querido por el mundo
lector, “El Niño del Palmar” ha dejado de aparecer. Luego de profundas
investigaciones y seguimiento, se logró descubrir que el autor de estos relatos
de fábula, recibió la visita de las muchachas de su familia, las del segundo
grado consanguíneo. Como es natural, la presencia de ellas, llenó todos los
espacios de su autobiográfica memoria y está henchido de atenciones y de bromas
que hacen reír. Ahora se luce, con cierto aire de arrogancia, por la grata compañía.
Descubrir la razón de la ausencia del Niño del Palmar en las
páginas escritas, no fue tarea sencilla. Sin embargo, hay un hecho, antes
fortuito, que a diario esta ocurriendo; un personaje ahora pasa por el frente
de mi casa y grita mi nombre, con fuerza innecesaria, para que me apreste en atenderlo.
Luego de reflexiones de rigor, me di cuenta que lo hace con la intensión de
hacer sentir su presencia, quiere que las muchachas sepan que está en las
cercanías, lo ha logrado, no pasa desapercibido. Por lo general, ataviado de
ropajes nuevos y lujosos, se hace acompañar de un perro pastor alemán. En
varias oportunidades he visto que el perro lo arrastra, dadas las diferencias
corporales y de tamaño entre el humano y el ladradador: roncador, arrastrador, aullador.
Él aguanta el chaparrón para no quedar mal, aunque su rostro se enrojece. Tiene
todos los trucos que el Gabo de las plataneras resumió en el personaje de
Macondo, Aureliano Buendía.
La vestimenta que usa el asiduo visitante de la reja de mi
casa, está justificada, es notable la elegancia en el vestir de las hermanas
del “Niño del Palmar”, una de ellas acostumbra variados atuendos que la hacen
ver interesante: Bufanda al cuello, zapatillas combinadas con sus finos
vestidos, peineta curvada para organizar su frondoso cabello, hablar anecdótico
de su transitar por el mundo, sonreír refinado, caminar en zigzag tal cual las
mises en los concursos de belleza, libro de lectura diaria. Es toda una dama de
la belleza.
En consonancia, el amigo que cadena en mano es arrastrado
por el “pastor alemán”, viste ropas que muestran su temple atlético, al menos
eso intenta, es un desfile a diario de las formas de vestir de los jugadores de
la NBA o FIFA. Las botas, siempre nuevas, muestran su solvencia económica.
Creo que el ritual de encantamiento ha sido productivo por
cuanto a veces hace el recorrido en dos oportunidades el mismo día.
Las damas hermanas del Niño del Palmar están bajo vigilancia
permanente de un hermano, no es fácil acercarse, ciento cincuenta kilogramos de
músculos, garrote de dura vera en mano que luce marcado por signos tallados que
indican que han sido varios los pretendientes ahuyentados. Originalmente el
Pastor Alemán tenía la intensión de garantizar el acercamiento, sin embargo, es
notable que el efecto del garrote y los arrastres del perro, han producido el
ausentamiento.
Los relatos de encantamiento, se florecen de viajes por
Inglaterra en el que el túnel desde Francia toma protagonismo, otras veces la
travesía hacia el Perú por los fríos paisajes de Colombia y Ecuador y la
experiencia de haber vendido café a la gente de vestimenta florida y hablar
quechua. Ella los escucha con atención,
cuando el ladrador lo permite, hace énfasis en las madrugadas de trabajo frente
a una máquina de coser. Él escucha impaciente por cuanto aún hay, para largo
rato, historias que contar, sobre todo su experiencia como dirígete de la
asociación Scauth de Venezuela.
Ella, noble de temperamento y educada en el saber escuchar,
espera y espera la oportunidad de contar también sus relatos de vida.
Dr. Edgar
B. Sánchez B.
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