domingo, 5 de mayo de 2013

A PROPOSITO DE LAS MONEDAS


A PROPOSITO DE LAS MONEDAS

Los diseños de las monedas y sus respectivas nominaciones obedecen a principios que han sido estudiados formalmente en el mundo matemático y que son buenos ejemplos para mostrar su aplicación en el mundo subjetivamente real.
AFIRMACIÓN: Toda cantidad entera superior o igual a cuatro (4) se puede pagar con monedas dos (2) y de (5). (los números representa la cantidad en bolívares)
Sigamos el siguiente razonamiento deductivo (inductivo al comienzo por razones hebegógicas y gerontogógicas)

Si el monto es 4, pagase con dos de 2 (2+2=4)
Si el monto es de 5 pagase con un moneda de 5
Si el monto es 6 pagase con tres de dos (2+2+2=6)
Si el monto es 7 pagase con una de 5 y una de 2 (5+2=7)
Si el monta es de 8 pagase con cuatro de 2 (2+2+2+2=8)
Si el monto es 9 pagase con una de 5 y dos de 2, (5+2+2=9)
Si el monto es 10 págase con cinco monedas de 2 (2+2+2+2+2=5x2=10) o dos monedas de 5 (5+5=2x5=10). Acá comienza a mostrarse la importancia de la propiedad conmutativa en los números naturales.

Así, sucesivamente, las cantidades pares se pueden cancelar con monedas de 2.
Ahora pasemos al procedimiento llamado principio de inducción matemática. Supongamos, que por alguna vía sabemos que cierta cantidad K puede ser pagada con las monedas mencionadas; ¿será posible pagar la siguiente la cantidad K+1?
Hay que trabajar con dos supuestos (ley de demostración por casos):

Supuesto uno: Si la cantidad K se pagó con monedas de 5, retirase una de estas y .
sustituyese por tres de 2.

Supuesto dos: Si la cantidad K se pagó con monedas de 2, retírese dos de estas y se cambian por una de 5.

Este razonamiento es suficiente para afirmar que toda cantidad es pagable con monedas de 2 y 5.

Se presenta la dificultad de como pagar si el monto es uno (1) o tres (3). Para resolver esto se creó las monedas de denominación uno (1). Hasta acá, todo ha sido expuesto sin las complejidades sociales o económicas, por lo que ya está justificada las monedas con valores: uno (1), dos (2) y cinco (5), recordemos que las de dos bolívares existió apodados tinoquitos. Siguiendo un racionamiento similar se puede entender por qué existen, agregando un cero, las de 10, 20, 50. Anexemos otro cero, estas obedecen a factores de inflación crítica, sucesivamente deberían ir apareciendo las cien (100), doscientos (200) y quinientos (500) (en nuestro país la de 200 no tiene historia aún). Sigamos agregando ceros, corresponde las de mil (1000), dos mil (2000) y cincuenta mil (5000), las de mil circuló por un tiempo y las circunstancias condujo a la conveniencia de modificar radicalmente las unidades y es así como las de 1000 fueron cambiadas por uno (1 fuerte), 5000 por 5 fuertes (no confundir con los fuertes de antaño), 20.000 por 20 fuetes, las de 50.000 por 50 fuertes y las de 100.000 por 100 F. Corresponde ahora la de 200 Bs. fuertes y esperemos que la crisis no nos lleve a tener que imprimir la de 500 Bs. fuertes.

Este principio de inducción matemática es equivalente a otro principio llamado buena ordenación.

Dr. Edgar B. Sánchez B. 

JUGANDO A LAS CARTAS


JUGANDO A LAS CARTAS

Las condiciones.
Tómese un mazo de cartas, cualquiera sea el número. A la totalidad de la cartas se le llamará mazo; las subdivisiones manojo. En este caso el mazo tendrá 39 unidades ¿por qué así?, sencillamente, porque se harán tres manojos al azar, eso sí, sin trampa, previamente se barajan; se reparten secuencialmente, una a una, por lo que cada mano
jo tendrá 13 cartas. Estas condiciones no son obligatorias el número de cartas puede ser cualquiera; es más cómodo si el mazo tiene múltiplos de tres: 3, 6, 9, 45, 36, 1236451443…….

Numeración:
La numeración de las cartas, sin marcarlas, hay que hacerla con las figuras hacia abajo, la que queda arriba, en el mazo, es la número 1, la última es la número 39; con las figuras descubiertas, la primera de arriba es la número 39; en los manojos, boca abajo, las primeras son unos, por lo que hay tres 1; y hay tres 13; Si no crees, con las figuras visibles, que la de arriba le corresponde el número trece, ponlas con las figuras hacia abajo, ese es el acuerdo, y cuéntelas. No habrá galimatías, pues el manojo importante es aquel que señale un colaborador.

La ejecución.
Se pide a un observador, llamémosle Juan, es un buen nombre; antes de iniciar el reparto, que escoja una carta (una sola) de la totalidad del mazo, y que la muestre a todos los presentes, menos al ejecutante y la devuelva al mazo; es un buen síntoma pedir a otro que baraje el mazo; el prestigiador no necesita ver la carta, el sabe que después de cuatro repartos, la carta seleccionada estará en el lugar 20 del mazo y siete en el manojo, 13+7=20. Pronto lo entenderán, eso si, hay que hacer cuatro reparticiones; para que acepte ser el número 20, de ahí no se saldrá. Hay que pedirle al colaborador, a Juan, que preste atención en cual de los manojos queda la carta seleccionada, luego de cada uno de los 4 repartos. El indicado por Juan se pondrá en el centro de los dos restantes, para conformar el mazo nuevamente y se reparte de nuevo en tres manojos.

¿Por qué el 20?
Numeradas las cartas, sin marcarlas, del manojo señalado, la escogida le corresponderá un número del uno (1) al trece (13), pues el manojo donde ella esté está conformado por 13 cartas. Para esta explicación consideraré que es el 12, puede ser cualquiera, solo siga el proceso deductivo acá detallando. Empecemos:

Primer reparto
Hacer tres manojos de trece cartas con las figuras hacia arriba, de modo que Juan las vea, no las distribuya tan rápido, no es para lucir velocidad. Júntalas para hacer el mazo, con el manojo señalado en el centro de los otros dos; ahora no se barajan, cuidado con eso. Recuerde que estamos suponiendo que es la número 12 del manojo seleccionado por Juan; conformado el mazo, por estar todas juntas, la carta le corresponderá el 25: 13+12=25.

Segundo reparto
La carta quedará ahora en el lugar 9; las primeras 24 formaron tres manojos de 8, 3x8=24, por lo que la 25 le tacará, en el manojo que sea, el lugar 9; juntarlas nuevamente, ahora le corresponde el número 22: 13+9=22;

Tercer reparto
Al distribuirlas por tercera vez, hay que hacerlo cuatro veces, en su manojo particular quedará como 8, pues las primeras 21 formarán manojos de 7 cartas, así que la 22 quedará de 8, conformado el mazo será la número 21: 13+8=21.

Cuarto reparto
Ahora quedará de 7 en el manojo que Juan señale y de 20 en el mazo; esta propiedad la conservará en caso de que el ejecutante continúe repartiendo. Última explicación: las primeras 18 cartas harán manojos de 6, las tres siguientes ocuparán el lugar 7, cada una donde le corresponda; otra vez hecho el mazo, será la 20.

Espectáculo
El ilusionista con las figura hacia arriba dice: la primero no, la segundo tampoco, la tercera menos, y así sucesivamente, y muestra como asertiva la 20.

Repetición
La misma cuenta pero con otro número. Para esta explicación consideraré que quedó como 1, en el primer reparto. Al estar todas juntas, la carta seleccionada estará en el lugar 14, 13+1=14, y se reparte por segunda vez, por lo que la carta quedará en el lugar 5, 14=3x4+2, las primeras 12 hacen montones de 4 cartas y las dos tres siguientes de quintas para cada manojo; juntas nuevamentele corresponde el 18, 13+5=15; al distribuirlas por tercera vez, en su manojo particular queda como 6, al juntarse en 19; el cuarto reparto de 7 en el manojo y de 20 en el mazo. así que el ilusionista de las cartas, solo debe contar hasta 20.

Observación final. Para mazos de 30 cartas se cuenta hasta 16, mitad más una; así para todos los pares. Para mazos de 69, se cuenta 35; proviene de sumar primero uno y luego se divide entre dos; así para los números impares.
Edgar B. Sánchez B.

A PROPÓSITO DE FIBONACCI


A PROPÓSITO DE FIBONACCI

Los números naturales, denotados con la letra N, esos que tanto usamos todos los días, pues son los que permite contar; en este caso incluiré el 0, cero; N={0,1,2,3,4,5,…..} tienen entre tantas características la de poderse agrupar en dos familias: la de los pares y la de los impares.

La precisión de los que son, es directamente proporcional a entender el uso de la palabra existe. Dos definiciones: NÚMERO PAR: Se dice que un número natural “n” es par, si existe otro natural “m” tal que n=2m. Acorde con esto: 8 en N es par, pues existe 4 en N, tal que 8=2x4, y así, usted mismo puede diseñar otros ejemplos. NUMERO IMPAR: Se dice que un número natural “n” es impar, si existe otro natural “m” tal que n=2m+1. En conformidad, 13 es impar, pues existe el 6, tal que 13=2x6+1 (primero el producto y luego la suma, es el orden de la prioridad). OTRAS DEFINICIONES: NATURALES CONSECUTIVOS: Dos naturales cualesquiera son consecutivos si son de la forma: n, n+1; 8 y 9 son consecutivos pues son de la forma 8, 8+1. PARES CONSECUTIVOS: En cambio dos pares son consecutivos si son de la forma 2n, 2n+2, precisando un poco: Se dice que dos números naturales pares h, k, son consecutivos si existe un natural n, tal que h=2n y k=2n+2. Es por eso que se dice que 14 y 16 son pares consecutivos, pues existe el número natural 7, tal que 14=2x7 y 16=2x7+2. IMPARES CONSECUTIVOS: en cambio dos números naturales se les dice impares consecutivos, si son de la forma 2n+1, 2n+3; por lo que 15 y 17 son impares consecutivos, ya que existe el número natural 7, tal que 15=2x7+1 y 17=2x7+3 (repito: no olviden que primero se realiza el producto).

Lema 1: El producto de dos naturales pares consecutivos es igual al cuadrado del número natural impar que está entre ellos, menos uno.
Prueba: Sean los números naturales consecutivos: 2n, 2n+1, 2n+2. Por lo que 2n y 2n+2 son pares consecutivos; el natural impar entre ellos es 2n+1. Ahora la multiplicación: (2n)x(2n+2)=4n2+4n=(2n)2 +2(2n)= [(2n)2 +2(2n)+1]-1= [2n+1]2-1. Aplicando esto, si se desea multiplicar 6x8, basta recordar que es igual a 72-1=48, otro ejemplo 14x16=152-1=225-1=224.

Lema 2: El producto de dos naturales impares consecutivos es igual al cuadrado del número natural par que está entre ellos, menos uno.
Prueba: Sean los números naturales consecutivos: 2n+1, 2n+2, 2n+3. Por lo que 2n+1 y 2n+3 son impares consecutivos; el natural par entre ellos es 2n+2. Ahora la multiplicación de los impares: (2n+1)x(2n+3)=(2n)2+8n+3=[(2n)2 +4(2n)+4]+3-4=[2n+2]2-1. El último término es el cuadrado del par central menos uno. Aplicando esto, si se desea multiplicar 99x101, basta recordar que es 1002 -1=10.000-1=9.999, de igual forma 7x9=82-1=64-1=63.

Nota: Ya sean pares o impares consecutivos el producto entre ellos es el cuadrado del que está en el centro menos uno. Esta prueba sigue estrictamente el razonamiento deductivo, no existe ejemplos donde se pueda falsar, al igual que los de inducción completa. No ocurre lo mismo en el caso de los razonamientos inductivos, en los cuales debemos estar atentos a la falsación.


Edgar B. Sánchez B.

DANZA CON DROSOPHILA


DANZA CON DROSOPHILA

Edgar y Luis, habitantes de montaña, presbíteros ambos, Luis un poco más, estaban en plena crisis psicológica, sus hogares se desmoronaban sin que hubiese nada por hacerse que evitara la eminente caída. Siempre organizaban paseos por los Andes que disfrutaban a plenitud. Su podría decir que la solides de la amistad que los unía estaba centrada en los paseos que realizaban juntos, incluso prometieron que si alguno de ellos compraba un transporte rústico invitaría al otro a conocer los parajes venezolanos como; Guirigay, Ciénega, Cabimbú, Cristalina, La Torre, Tuñame, Las mesitas, Tomón, Zumbador, Porqueras, Piñango, Tisure, Mucuchache, Cendé; todos estos y otros tantos estuvieron en sus bitácoras hasta que un amigo de lo ajeno robó el rústico que Luis había comprado, transporte para las aventuras de montaña.

En una de tantas crisis de hogar, y en el calor natural de la angustia que produce este tipo de eventos de familia, improvisaron un paseo a las playas de Ocumare: Playón, Cata, Catica, Ciénagas y Cuyagua. Llegar allí desde sus hogares habituales, fue realmente digno de la astucia de Homero, y hubo, en muchas oportunidades que bajar a las simas oscuras a consultar al sabio Tiresias, que por demás, ese deseado apoyo odiséaco, no rindió el fruto, el presbítero de las profundidades no alcanzaba entender las nuevas modalidades del delito que se vive en el mundo del siglo XXI.   

Rumbo a Maracay, en el paso de Barquisimeto, el plateado vehículo automotor presentó deficiencias en el sistema de enfriamiento del aire. Esto ocurrió a la una de la tarde, se buscó el taller especializado, supuestamente, se hizo el intento de arreglarlo y fue lo contrario, lo dañaron, los supuestos empíricos del acondicionamiento de aire estaban en etapa de aprendizaje; en lo que si eran expertos, demostraron serlo, en el abultamiento de la factura. Treinta minutos después, veinticinco kilómetros de viaje, el automóvil estaba montado en una grúa rumbo a un estacionamiento; Edgar y Luis buscando hospedaje de coste mediano. El gruero recomendó un hotel en el que permitían entrar la grúa para dejar su contenido, y cercano a este había un electroauto de reconocida solvencia.

Asignaron la habitación, los viajeros llevaron a cabo los respetivos aseos corporales; ese día el fogonero que alimenta la fogata para la luz natural parecía que lo hacía con el más refinado coque. Escucharon risas y festejos de un salón del hotel desde el cual también se oía música de alta fidelidad y con volumen de fiesta. Bajaron para buscar algunas espirituosas, ambiente estaba colmado de hermosas mujeres con atuendos de ocasión. Luego de algunos éteres, dos damiselas de apretadas cinturas fueron invitadas a la mesa a compartir: danza, diálogo, caricias, risas y costosos néctares. Luis diestro en la danza, disfrutó de la velada en todas las oportunidades posibles, las damas de cuerpos esbeltos se movían al compás de la música haciendo énfasis de conocimiento rítmico, propio de los que ensayan a diario para lograr sutileza de movimientos que agradan a miradas exigentes; ya libados Edgar y  Luis prestaban atención a otras ofertas que las féminas estaban dispuestas  a brindar y solazar.

Edgar, casi en la hora del cantar de gallos, consideró que era suficiente de festejo, y se dirigió a la habitación, su cuerpo no aguantaba más trajín, la jornada del día había sido tensa y llena de sobresaltos, además había que llevar el carro a un taller a primera hora del día. En cambio Luis animado por el baile se mantuvo en el escenario de fiesta hasta los primeros rayos de sol. Edgar despertó temprano, pues debía llevar el carro para el arreglo respectivo. Fue a la habitación de Luis y notó que dormía con placidez y que su habitación, por el desorden que mostraba, había sido usado por más de una persona; la dama de la fiesta, la de caderas abundantes y redondas había ofertados sus servicios. Al taller, aproximadamente a las dos de la tarde, llegó Luis con profunda preocupación, desaparecido su teléfono y otros enseres que le eran necesarios, esperaba que estuvieran en el vehículo. En el teléfono estaba la data de cultivadores de Drosophila Melanogaster, a quienes Luis le haría compras en Maracay, algunos ejemplares del díptero. El teléfono móvil personal era vital recuperarlo.

Se inició la campaña de recuperación. El proxeneta que atendió la mesa en la noche de farra se mostró presuroso e inmediatamente se contactó a los plagiarios; exigían un monto que superaba al de una unidad telefónica nueva, sin embargo para Luis aquella era necesaria, hubo de  hacerse el depósito por adelantado. Un problema adicional se presentó, la  extorsionista, , estaba fuera de la ciudad y regresaría dos días después, Luis le rogó vía telefónica que le dijera algunos números que estaban guardados en su unidad y ella los dictó con presta atención, Luis anotó en una servilleta revestía de figuras de labios color carmín. Con esta información viajamos a Maracay a disfrutar de tres días de playa. Para el retorno deberíamos buscar el teléfono perdido en un quiosco que indicaron los raptores. Pasaron por él. La dama del comercio ambulante exigió un monto en  bolívares adicional por los servicios prestados y entrego el aparato. Se montaron el carro con premura, el nerviosismo invadía a Luis y a Edgar, sentían que el lugar estaba cargado de morontianos  malignos. Ya en terrenos de seguridad Luis trató de encender en Cel, no funcionó, otra sorpresa, no era el de él, pero si una unidad semejante.

Edgar B. Sánchez B.

VITÚ

Vitú es un topónimo asignado a un lugar trujillano-venezolano hacia donde concurren en encuentro fraterno los árboles de hermosas frondas y las densa nubes, visitantes de atardeceres, que se hacen seguir de aire frio, incitador de angélicos pensamientos de amor cóncavo y convexo. Ruta obligada para visitar, desde Pampan: Santana, Bolivia, San Rafael, San Miguel, Boconó y Niquitao. A este lugar de encanto, acostumbran ir: Edgar, Luis y Marcos. Este trio Aprovechan los días de descanso para disfrutar del encantado lugar, acompañados de espirituosos líquidos extraídos de las pencas de las agaves, que acostumbran consumir acompañados de jugo de naranja; su punto de encuentro, es la casa de Jesús.

Un viernes, como cualquiera de tantos, en los que suelen visitar el lugar, cansados de la jornada de esfuerzo intelectual, pues Edgar y Luis, son ambos matemáticos trabajan en una universidad de la región, recibieron la hermosa sorpresa que Jesús estaba acompañado de una dama, madre de dos adolescentes que le acompañaban.

La dama poseía en su anatomía natural, las características que hacen imposibles desviar la visión hacia otro lugar que no sea el que permita disfrutar su rítmico caminar. Ella Impactó. En especial el firme y abultado derrier, su cabellera amarilla, ojos verdes: grandes y expresivos y labios carminados como brotes de rosas cuidadas por el más experto jardinero.

Empesó el ataque: Luis con sus acostumbrados arreglos de palabras que hacen reír en abundancia; impactó de desde el inicio, en especial a ella, que lo expresaba con amplias sonrisas que hacían que sus labios brotara el encanto incitador; Edgar declamaba poemas, madurados en tantos trajines, para endulzar, creía él, el oído de tan hermosa fémina. El tiempo no transcurría, se detuvo como por magia divina para dar espacio a los pretendientes para el desarrollo de sus estrategias de conquista. La dama demostraba, con algunas atenciones que disfrutaba el cortejo de los galanes. Los dos galanes habían llevado algunos presentes para consumir a los que Marcos no hizo ningún aporte económico.

Momento cumbre. Salió uno de sus hijos, el varón, con un crucigrama en mano, de esos que Luis ha llenado toda su vida y es experto. Me vino como anillo al dedo, pensó Luis, en el momento preciso, ahora deslumbraré con mi sabiduría al adolescente y a través de él, el corazón de la dama. Edgar se acongojó un poco, sin embargo se quedó en lugar dispuesto a dar la pelea. A cada pregunta del crucigrama, Luis contestaba con certeza y Edgar aprovechaba para descomponer etimológicamente las palabras, el pareo durante seis ejemplares, el tiempo total, dos horas; parejo para ambos pretendientes. La dama, en agradecimiento, preparó los presentes alimenticios que todos degustaron con delirio. Estaban dispuestos a continuar en la exhibición de sabiduría, el adolescente dio, por cansancio, terminada la sesión. Marcos no apareció por ningún lado, estaba oculto, en las sombras, de la jornada del saber, para Luis y Edgar, y disculpen la expresión coloquial, Marcos es tan áspero, sólo comparable con un sapo en un acuario.

Ella entretenida por la calidad del encuentro, organizó una habitación para que Edgar y Luis pasarar allí la noche. Nosotros anonadados por el angelical “perfume de mujer” manifestamos con gestualidad de conformidad; ésto nos permitiría continuar, el día siguiente, con el encantamiento. Además de la posibilidad de una noche entre perfumes expelidos por el cuerpo de ella y uno, sólo uno, y de nadie más. 

Comenzó la jornada musical, ella tocó el cencerro; Jesús, el bongó, Luis, el cuatro; el adolescente, la charrasca; Luis y Jesús alternaban con boleros de antaño, que ella degustaba, pues vivió con ellos, desde niña, con su padre músico percusionista de orquestas venezolanas. Luis con la mirada expresaba que sus cantos estaban dedicados a ella. Edgar sintió que se la agotaron los recursos, aunque para minimizar, lo avanzado por Luis, declamaba uno que otro poema que nadie oía. Marcos, ausente, no daba vestigios de vida. Se interpretaron canciones de: Roberto Carlos, Joan Manuel Serrat, Los pancho, Tres ases, Cheo Feliciano, José Feliciano, Edgar, en algún ínterin producto del cansancio, cantaba las de Simón Díaz: Caballo viejo, Aquel, Mercedes; aunque son letras referidas al amor y pasión, no calaba en la conciencia de ella.

Entró Marcos, y sin haber compartido nada, pidió que los músicos lo acompañaran en una declamación, de su originalidad. ¡que arreglo más feo! todo desarmonizado. y no, eso creía Luis y Edgar, estaba cónsono con la musicalidad que se estaba llevando a cabo, _ “en el calentamiento de esta cocina y el sancocho que se cuece en esa vasija, expreso amigo Jesús que estoy enamorado de su hija_, sorpresa, sorpresa, la dama le ofertó una abrazo de tal magnitud, que si hubiese sido para alguno de los cortejantes, su liquido dador de vida hubiese mojado los pantalones.

Luis se paró en el acto y, con disimulando, se despidió; alegando que ya era tarde y que sus hijos lo esperaban en Trujillo, Edgar, sin querer, acompañó a Luis en la decisión.

Ambos tomaron la carretera, pues estaban a una hora y media de viaje. Para colmo de males, el carro se accidentó y hubo que dormir en la carretera.

Edgar B. Sánchez B.

LA MUERTE DE MARÍA PÉREZ


LA MUERTE DE MARÍA PÉREZ

LA DEPRESIÓN

Colindando la finca del Cedro, por el camino que conduce a la casa de Gustavo Osorio, hijo de Herminia Osorio, está una depresión muy resbaladiza, la llamábamos el “Callejón del Cedro”. Lugar fecundo de cigarrones que sobrevolaban su hogar en manadas de zumbidos sonoros y amenazadores, surcaban el éter del siempre ignoto jardín paradisíaco. Hábitat de cientos de árboles que luchaban en eterna, impregnación de fototropismo para garantizar su existencia, azahares que crecen en axilas de hojas, garantías de intensas fragancias, envidia del perfume de Patrick Süskind, sin la esencia trece.

Dulces naranjas que sólo serán saboreadas por el picoteo de las aves trinadoras de calderones sin pausa y redondas alargadas por la felicidad eterna; heliconias aves del paraíso que muestran su belleza espigoza y dorada; orquídeas multivariadas de relaciones micorrizas de intensa actividad por lo que el sustento de su exuberante hermosura está garantizado por su mutualismo expreso; bromelias (guinchos) en particular la epifita clavel del aire cuyas brácteas regalan a la depresión encanto edénico; palmas que regionalmente denominamos lucateva de hojas anchas acanaladas usadas para construir impermeables techos de casas, materia prima para la fabrica de sestas portadoras de comida y recipientes para la recolección de cosechas; helechos, los trepadores jazmines de abrazo mutualista para acaparar la atención de las aves hacia el árbol que lucha por las alturas en búsqueda de royos de sol; protegidas por Hespérides escarlatas o negros que dialogaban con zumbidos fantasmagónicos de plena conciencia ecológica.

El agua fluía con libertad en los múltiples aventamientos, cristalina y potabilizada por filtros telúricos, escucharlos es caricia musical, de ellos recolectaba María Pérez la que llevaba a casa en ánforas de barro o de totumo. Nunca conoció las tuberías metálicas, sólo las de Guaduas. El jardín crecía salvaje, en sin igual vestido de belleza y luces florales. Envidia para cualquier floricultor de Invernaderos. Es imposible describir con exactitud y detalles como la naturaleza ha proporcionado al trópico de lugares cargados de tanta fauna y tanta flora.

EL CONUCO

Rondando el fecundo jardín, estaba el conuco propiedad de Arecio Alviarez, una pequeña parcela de tres hectáreas aproximadamente, dedicada a la agricultura en pequeña escala, con técnicas rudimentarias, para la producción de subsistencia, la cosecha, muy poca, se utilizaba para el consumo del núcleo familiar y la cuota parte que correspondía, según el acuerdo, al dueño de la tierra. Los cultivos rodeaban una vivienda de bahareque con techos de palma. Esta casa, llamémosla así, estaba habitada por la señora María Pérez, de setenta años de edad, y sus dos hijos de partos añosos: Carlos Pérez y Rosario Pérez, no hay el apellido del padre por haberse ausentado voluntariamente y desaparecido de la memoria familiar, salvo cuando vino a procrear a Carlos sobre un montículo de gramíneas yaraguá mientras, que de él comían sin descanso el ganado vacuno y caballar.


ROSARIO

María Pérez supo desde el éxtasis que había quedado preñada, se orientó del bamido de los toros y porque, acto seguido, montaron a sus féminas, que salieron en celo en ese preciso momento. Rosario, desde su nacimiento, marcó dependencia por presentar retraso cognitivo, tenía dificultades para comunicarse gestual y verbalmente, no brinda un sonrisa que anelaba la permanente mirada maternal, no señalaba los muñecos de trapo o carritos hechos con tuzas de maíz, no jugaba ni imitaba sonidos, siempre indiferente a la voz y roce de la madre. 

Adolescente ya, mostrabas que no había adquirido habilidades de comunicación, su mutismo innato solo era alterado cuando visitaba el Callejón del Cedro cuando acompañaba a su mamá a traer agua para la cocina, no aprendió las mínimas tareas del cuidado personal, sólo aprendió a llorar y esto era suficiente para su mamá, por cuanto ahora tenía un mecanismo de comunicación para cuando le doliera algo, no era realmente un llanto era más bien un aullido, un signo de desaprobó a su incapacidad, sin embargo para María Pérez su hijo se estaba esforzando por comunicarse y decir que entendía las cosas sencillas de la vida, sin sentir miedo por el porvenir. Tal vez por eso, como es natural, era su adoración. 

LA DEPENDENCIA

Las madres conducen su amor, neurológicamente están preparadas para ello, hacia los hijos menos exitosos, y Rosario acaparaba toda su atención; la acompañaba o hacía que estuviera a su lado todo el tiempo, por sobreprotección no permitía que Carlos, el mayor, lo llevara de paseo, a pesar que él nunca se sintió denostado por la condición específica de Rosario. Así que Rosario creció en la más extrema y salvaje dependencia. María Pérez todos los días le asaltaba las dudas respecto al futuro de Rosario, donde vivía rondaba la seguridad de la soledad, y así lo sentía, cuando por algunos momentos no lo tenía en su visión inmediata, aceptaba con certeza que estaba bien, aún así las primeras eran mayores que las segundas. A Carlos le correspondió por fuerza y por amor trabajar duro para poder alimentar a su anciana madre y a su minimizado hermano. Ella estaba tan absorta en su propio dolor y en el de su hijo Rosario que nunca logró ver la tristeza de Carlos, sin embargo le recompensaba con el lavado de la ropa, la cena servida cuando llegaba de ganarse el salario, ganarse el jornal. María Pérez aún enclenque por el peso del sufrimiento se esforzaba en atenderlo.

EL SALARIO

Carlos nunca supo, además para que le servía, que la palabra salario tomó ese uso ligústico, porque en el comienzo de la historia del pago por servicios prestados de mano de obra se cancelaba con sal. Sodoma y Gomorra, ciudades sacrificadas y sacrilegiadas por poseer como riqueza minas de sal y el arte para hacerla apta para el consumo humano. El Salario que obtenía Carlos por sus servicios de fuerza bruta, de eso si estaba claro por experiencia directa, que era en extremo precario, no salario de pobreza, este vocablo no puede ser aplicado, pues se entiende como la carencia de recursos para satisfacer las necesidades, ¿Cuáles necesidades? ellos no habían tenido la oportunidad de crearlas, vivían satisfaciendo las que la naturaleza les había dado; las innatas. 

Y, como ya se dijo, de la producción del conuco no se vendía nada, así que aprendieron a comer solo lo indispensable para sostenerse vivos, de vez en cuando un turca cazada por la piedra lanzada velozmente con una cauchera, o una ardilla que se alimentaban de naranjas cuyo peso en carne solo es risorio para alimentar a una persona, y hacían que alcanzara para tres; también cazaban palomos salvajes con un pegamento extendido en las ramas de los árboles que visitaban, dos o tres alcanzaban para una buena ración, pero la naturaleza misma de los animales, ellos creían que un hada maligna, hacían que alejaran, la fiesta se armaba en casa cuando en el pegamento caía una guacharaca. 

Tanta es la influencia que un hijo con limitaciones ejerce sobre los padres, cuando son responsables, que prolonga la vida y sus capacidades para ayudarle hasta el fin, casi el fin del minusválido, con María Pérez, la excepción tuvo su presencia. 

María Pérez, poco a poco, a causa de sus dolencias y edad, fue enclaustrándose, solo salía de su cuarto para alimentar a su hijo Rosario. Carlos entendía ese comportamiento, con el alma desgarrada. Sabía que se iba poco a poco, ya sólo se levantaba par asir a su hijo menor. No se acostumbraba ir al médico, aunque, si se consultaba a Don Modesto Casanova, que con sus habilidades en el manejo de las plantas medicinales, le infundía relámpagos de vida, con hierbas cortadas en su propio conuco. Por cinco años, sus músculos y coyunturas atrofiadas por su calma angustia, sólo volvían a tener movilidad temporal, cuando Anselmo Chacón, un sobandero, en esta época se le hubiera llamado terapista, le visitaba por confortarle con algunos masajes.

EMERGENCIA

No podían llevarla al pueblo, ¡eran muy pobres!, el único lugar techado al que tendrían acceso era el hospital las Mercedes, que además poseía una pequeña farmacia de auxilio a la pobreza, y ésta, por la indolencia de los gobiernos de turno y por administraciones indecorosas, iba desapareciendo.
Cronos dijo no más, y el arcano tiempo marcó la hora. Desesperado Carlos, en plena noche y con la tierra vestida de escarcha de neblina, decidió buscar a papá que habitaba, en ese momento, la casa de la finca del Cedro, a tan sólo dos kilómetros.
─Don Waldino, Don Waldino, ─ gritaba Carlos, ahogado por la angustia.
─Don Waldino, levántese, mamá se nos muere.
─Ya voy Carlos. Gritó papá, ─para asegurar que la lluvia, que caía en el techo de zinc, no opacara sus palabras.
─Sotelia levantase y háganos café, y acompáñame a donde María Pérez, que tiene la pelona cerca. ─Pelona: es el signo local usado para la muerte.
─Ya voy Waldino. Se levanto mamá, hizo el café, que ella misma tostó ese día, preparó una vianda, con yuca sobrante del día anterior, cuajada, un poco de boruga, y salieron de la casa. ─Carlos esperó en el sardinel del patio, aterido de frio.
─Buenos días Carlos. Saludo el matrimonio al unisonó.
─Mamá se nos está muriendo. ─dijo Carlos, con voz entrecortada.
─Dios sabe lo que hace. Comento doña Sotelia.
─Carlos que deseas que se haga.
─Llevarla al hospital.
─Así se hará. ─para llegar al hospital había que recorrer, aproximadamente quince kilómetros, por caminos tapados por la maleza que tanto crece en tiempos de lluvia, y por caminos trillados por las recuas, las alpargatas y las botas de caucho, y destruidos por el agua.
─Carlos ve buscar a los Chacones. ─sentenció papá. 

TRASLADO

Los Chacones es una familia numerosa, con muchos hijos varones, prestos siempre al auxilio, y eran los primero avisados por cuanto se disponía, en el acto, varios hombros para cargar. Esta familia vivía cerca de Colón, buscarlos ida y vuelta llevaría unas tres horas. Aparicio, Beltrán, Jorge, Alejandro, Israel, Silvestre, Luis, Juan María, Maximiano, llegaron a casa de la enferma como a las seis de la mañana
─Mientras usted los busca, yo cortaré las varas de palo negro y bejucos de amarra y haré el chinchorro: ─una estructura artesanal, se arma un rectángulo con guadua, con sobrantes a los extremos, donde van los hombros de los cargadores, el rectángulo debe ser acorde al tamaño de la persona, se forra con cañabrava seca, por lo liviana y maleable, o bejucos tejidos, se cubre con tres o cuatro arcos de vara negra, para que sostengan el impermeable hídrico, plástico transparente; como aislante de la cañabrava, se hacia una angonal, fabricado con hojas secas de las matas de guineo, unos cien rollos pequeños de dos centímetros de diámetro, juntados en serie, con una cabuya de fique o bejuco delgado, luego cortados por los extremos acorde al ancho y largo de la estructura de cañabrava donde va el enfermo a trasladar. Tomaba la forma de un colchón. Así también se hacían los colchones en tiempos más lejanos, antes que llegara la gomaespuma. 

LA PREPARACIÓN

Mamá entró, a la lóbrega habitación que lucía la más extrema vestimenta de pobreza, donde estaba María Pérez, el olor nauseabundo a orines almacenados por largo tiempo en una bacinilla de peltre, mezclado con los olores de cuerpos poco acostumbrados al baño diario, hizo que retrocediera para no zaherir a Carlos con su gesto vómico. Sintió que se le habían palidecido los tintes de su nunca encarminado semblante. Hay que estar en un ambiente de pobreza, pensaba mamá para su interior, para entender como ésta consume vertiginosamente toda voluntad de estética externa. En visitas anteriores había notado que no había toallas; cuando se bañaban, dejaban que el sol o el húmedo aire secaran sus cuerpos, de ahí el olor que tenían, característico de los hongos que se desarrollan en las axilas y en la entrepierna; en algunos días de la semana; María Pérez, cuando la enfermedad le daba tregua, ofrecía el servicio de lavado de ropa y lencería, a brazo tendido, pues aún no se habían inventado las máquinas de lavado, cansada llegaba a su casa sin la voluntad para lavar las sábanas que se encargaban de ocultar, en parte, su pobreza extrema.
Mamá reintentó la entrada a la habitación, su cerebro acostumbrado a improperios avatares del diario vivir, ya se había preparado, in simultáneo para soportar los aromas enervantes que expelía los habitantes de la humilde morada. Miró, para retomar fuerzas, hacia el único ojo siniestro de la recamara. Se dio cuenta, que por él, sólo lograría ver la sombría oscuridad de la lluvia. Neblina y más neblina. Esta búsqueda de apoyo para continuar en su inquebrantable decisión de ayudar al que había pedido ayuda logró que callera en profundo y mustio silencio. Calentó agua, en las topias en las que la otrora llama, ausente por días, traía alegría a la casa. Limpió, frotando el cuerpo de la enferma toldado por las escamas del desaseo con una toalla humedecida con agua y jabón de tierra. 


Preparó alimento: cambures y apios cocidos, para los que llevarían a María Pérez al hospital del pueblo por tan agrestes caminos. Rosario comió de las manos de mamá, no entendía lo que ocurría, porque se la llevaban, nadie se hacía cargo de él, no era fácil, aceptar esa responsabilidad era equivalente a cuidarlo como al niño que era, y, que fue criado para tener una madre eterna. A mamá, le pareció, que Rosario estuvo al lado de su madre, por el tiempo en que ella se postró es su deteriorado catre de cañabrava y guadua, la inmundicia de su ropa mostraba copioso sangramiento a la altura de sus rodillas. Estuvo de hinojos, aunque no supiera, por su aislamiento, que el amor de su madre ya había sido impíamente embalsamado. El no entendía, era evidente, aunque se notaba que sus obnubilados ojos transitaban abismos. Simas por donde se conserva por siempre la tristeza y el llanto de hombres, en tiempo transcurrido, que aún continúan siendo niños pálidos, marchitos, melancólicos y frágiles. 

EL RUEGO

María Pérez, musitaba casi inaudible, que no abandonaran a Rosario, después que alguien, no se quien, le hizo la promesa, aceptó sin terror, la inevitable cercanía de la muerte. Se llevó al hospital las Mercedes y descendió dos días después. El velatorio fue en la casa municipal, destinada para tales fines, se compró la mortaja, con el dinero de la colecta a todos los vecinos, ésta siempre la hacían los Chacones, y se enterró en el cementerio, sin urna, sólo se usaba mortaja, en un lugar cualquiera, la dirección se desdibujo de la memoria; pasó al olvido.
Sólo para dejar constancia, registro acá que en otra región cercana a la de la historia, había otra numerosa familia; los Jaímes, emparentada, por matrimonios con los Chacones, que también ayudaban a los que necesitaran traslado en hombros. Nunca cobraron dinero por este vital servicio.

Edgar B.Sánchez B.

DIALOGO ENTRE LLANTOS

DIALOGO ENTRE LLANTOS

Blanca es una joven y agave mujer barinesa-tachirense, con algunos años, muy pocos, más que los míos; que extraño, no sé por qué, siempre es así, se ofenderá si les digo la edad que le acompaña, aunque esa es su belleza; sin embargo, con algunas vueltas de galimatías y dar una vaga idea: yo, quien escribe tenía diez cuando murió Julio Jaramillo “El Ruiseñor de América”. Ella es casada con un tensado en faenas de Vacas, cochinos, siembras, ríos crecidos y sabanas anegadas; de esos hombres que, machete en mano, resuelve cualquier dificultad que la vida ofrezca, ¡y sale airoso!; este caballero, de nombre Waldo, es de los que con su presencia hace sentir seguridad, en particular cuando se viaja por carreteras: de lluvia, árboles caídos y sorpresivos movimientos de tierra; no se detendrá en colaborar y resolver cualquiera sea la novedosa aventura que surja. Él tiene, no es bueno comparar, un cuñado que cuando, por ejemplo, se daña un caucho, en vez de ayudar, inclina el mueble y se queda dormido. Se llama Rafael. 

Blanca actúa al mismo nivel de su esposo, a tal palo le acompaña tal estilla; hacha en mano, nada la amedranta, ambos han sido fundadores y refundadores de fincas; tantos momentos degustaron, en mutua compañía, de paseos por las nubes, corte de árboles, construcción de caminos y bebidas afrodisiacas y espirituosas, no permite que la distancia lo separare; ni siquiera ahora, con su esposo infartado. Dejó, en acto votivo, su gélido paraíso montañoso en el pie de monte merideño-barines, llora por eso, ¡no querrán oírla!, para acompañar a su esposo a una casa rural, en la caliente población de Monay, Trujillo. No protesta, sólo llora, como si, sin leerlo, hiciera alusión a Eugenio Montejo, que en profundad reflexiva nos regaló: “Dura menos un hombre que una vela pero la tierra prefiere su lumbre para seguir el paso de los astros”, así, con esa dignidad, es ella para sí y para su esposo.


A Blanca le gusta cantar las rancheras que dibujan memorias de pesca con anzuelos, bongos y familia. Relata en los encuentros sus historias de vida, cual material etnográfico, digno para la pluma creadora de “Llano en Llamas y Pedro Paramo” Juan Rulfo, el escritor del conversatorio de los muertos, en realismo mágico. Blanca es viviente y fantasma en unitemporalidad; cuando llora, lo hace el fantasma que acompaña a su padre, habitante de las escarchas de mármol y cuando ríe lo hace la viviente que acompañó a su madre “divorciada” de su padre, quien a la puerta de su vivienda mortuoria, escribió el epitafio: “aunque te ame y mis hijos te adoren, me separo de ti para tener derecho a recibir el pan y el vino”, relata y vuelve a relatar hasta el cansancio, con las mismas palabras, que garantizan que así mismo ocurrió. Son sus historias, las vividas en su truncada adolescencia madurada por los agrestes caminos de la vida.

Hace poco, se puede decir, hace unos minutos, pues es su añoranza, en compañía de su hermano Rafael, estimulados con líquidos de uso legal: esos que se compran en todas partes; los oí llorar, y entre llantos y palabras de aliento compartidas e interrumpidas por un mismo compas, separados sólo por silencios de corcheas. Blanca recuerda a su padre. Cuando ella silencia, lloraba Rafael alegando que lo hace por que su hermana le trae tristezas pasadas. Remembran en húmedos recuerdos las antiguas misiones, cuando hombres de túnicas negras, declaraban a sonora voz que las casas de aquellos que no habían cumplido el últimos sacramento, eran antros de herejías, entradas al hades y culpables en eternidad tenebrosa de que las Perséfones siguieran siendo raptadas por el rey de la oscuridad y, con su actitud, contribuían a incrementar el peligro de las futuras primaveras y la salvación de sus hijos, aún niños.


El llanto de los hermanos, tomaba forma de odio y melancolía, protestando a los reyes del poder del espíritu que hicieron que sus progenitores tomaran la decisión de separarse para evitar estar en pecado mortal; El padre se fue de casa, convencido que salvaría con ello a la familia del castigo eterno. Y desde ahí, la penuria, comienza la búsqueda de los hijos, inicia el retorno imaginario que perdura aún después del viaje hacia la convivencia con los fantasmas.
Nunca, nunca más ― decían. Ya no se entendía sus libados susurros―
―La familia no volvió a estar junta en fraterno abrazo de trabajo y divinidad.
Repetian y volvían a decirlo.

— Es verdad, es verdad ― comentaban mecánicamente.
Siempre escuchamos los cuentos Blanca y el bongo, aquellos donde, al compás de un cuatro llanero prestado a otros géneros, adornaba con sus rancheras las aguas del Caparo y el Cantón.
Sentados todos a su alrededor: nietos y sobrinos, sobre todo los que llegaron vía adoptiva por sus nietas casaderas, la animamos para que diera inicio a la narración de sus fábulas que cuentan como el campesino descansaba retorno a casa montados en transportes de tabla, parando acá, parando allá, para comprar el menú de la alucinación que al llegar a casa los comunicará con Morfeo y estar con él hasta el primeros cantos de los gallos e iniciar la faena de nuevo. 


Edgar B. Sánchez B.