domingo, 5 de mayo de 2013

DANZA CON DROSOPHILA


DANZA CON DROSOPHILA

Edgar y Luis, habitantes de montaña, presbíteros ambos, Luis un poco más, estaban en plena crisis psicológica, sus hogares se desmoronaban sin que hubiese nada por hacerse que evitara la eminente caída. Siempre organizaban paseos por los Andes que disfrutaban a plenitud. Su podría decir que la solides de la amistad que los unía estaba centrada en los paseos que realizaban juntos, incluso prometieron que si alguno de ellos compraba un transporte rústico invitaría al otro a conocer los parajes venezolanos como; Guirigay, Ciénega, Cabimbú, Cristalina, La Torre, Tuñame, Las mesitas, Tomón, Zumbador, Porqueras, Piñango, Tisure, Mucuchache, Cendé; todos estos y otros tantos estuvieron en sus bitácoras hasta que un amigo de lo ajeno robó el rústico que Luis había comprado, transporte para las aventuras de montaña.

En una de tantas crisis de hogar, y en el calor natural de la angustia que produce este tipo de eventos de familia, improvisaron un paseo a las playas de Ocumare: Playón, Cata, Catica, Ciénagas y Cuyagua. Llegar allí desde sus hogares habituales, fue realmente digno de la astucia de Homero, y hubo, en muchas oportunidades que bajar a las simas oscuras a consultar al sabio Tiresias, que por demás, ese deseado apoyo odiséaco, no rindió el fruto, el presbítero de las profundidades no alcanzaba entender las nuevas modalidades del delito que se vive en el mundo del siglo XXI.   

Rumbo a Maracay, en el paso de Barquisimeto, el plateado vehículo automotor presentó deficiencias en el sistema de enfriamiento del aire. Esto ocurrió a la una de la tarde, se buscó el taller especializado, supuestamente, se hizo el intento de arreglarlo y fue lo contrario, lo dañaron, los supuestos empíricos del acondicionamiento de aire estaban en etapa de aprendizaje; en lo que si eran expertos, demostraron serlo, en el abultamiento de la factura. Treinta minutos después, veinticinco kilómetros de viaje, el automóvil estaba montado en una grúa rumbo a un estacionamiento; Edgar y Luis buscando hospedaje de coste mediano. El gruero recomendó un hotel en el que permitían entrar la grúa para dejar su contenido, y cercano a este había un electroauto de reconocida solvencia.

Asignaron la habitación, los viajeros llevaron a cabo los respetivos aseos corporales; ese día el fogonero que alimenta la fogata para la luz natural parecía que lo hacía con el más refinado coque. Escucharon risas y festejos de un salón del hotel desde el cual también se oía música de alta fidelidad y con volumen de fiesta. Bajaron para buscar algunas espirituosas, ambiente estaba colmado de hermosas mujeres con atuendos de ocasión. Luego de algunos éteres, dos damiselas de apretadas cinturas fueron invitadas a la mesa a compartir: danza, diálogo, caricias, risas y costosos néctares. Luis diestro en la danza, disfrutó de la velada en todas las oportunidades posibles, las damas de cuerpos esbeltos se movían al compás de la música haciendo énfasis de conocimiento rítmico, propio de los que ensayan a diario para lograr sutileza de movimientos que agradan a miradas exigentes; ya libados Edgar y  Luis prestaban atención a otras ofertas que las féminas estaban dispuestas  a brindar y solazar.

Edgar, casi en la hora del cantar de gallos, consideró que era suficiente de festejo, y se dirigió a la habitación, su cuerpo no aguantaba más trajín, la jornada del día había sido tensa y llena de sobresaltos, además había que llevar el carro a un taller a primera hora del día. En cambio Luis animado por el baile se mantuvo en el escenario de fiesta hasta los primeros rayos de sol. Edgar despertó temprano, pues debía llevar el carro para el arreglo respectivo. Fue a la habitación de Luis y notó que dormía con placidez y que su habitación, por el desorden que mostraba, había sido usado por más de una persona; la dama de la fiesta, la de caderas abundantes y redondas había ofertados sus servicios. Al taller, aproximadamente a las dos de la tarde, llegó Luis con profunda preocupación, desaparecido su teléfono y otros enseres que le eran necesarios, esperaba que estuvieran en el vehículo. En el teléfono estaba la data de cultivadores de Drosophila Melanogaster, a quienes Luis le haría compras en Maracay, algunos ejemplares del díptero. El teléfono móvil personal era vital recuperarlo.

Se inició la campaña de recuperación. El proxeneta que atendió la mesa en la noche de farra se mostró presuroso e inmediatamente se contactó a los plagiarios; exigían un monto que superaba al de una unidad telefónica nueva, sin embargo para Luis aquella era necesaria, hubo de  hacerse el depósito por adelantado. Un problema adicional se presentó, la  extorsionista, , estaba fuera de la ciudad y regresaría dos días después, Luis le rogó vía telefónica que le dijera algunos números que estaban guardados en su unidad y ella los dictó con presta atención, Luis anotó en una servilleta revestía de figuras de labios color carmín. Con esta información viajamos a Maracay a disfrutar de tres días de playa. Para el retorno deberíamos buscar el teléfono perdido en un quiosco que indicaron los raptores. Pasaron por él. La dama del comercio ambulante exigió un monto en  bolívares adicional por los servicios prestados y entrego el aparato. Se montaron el carro con premura, el nerviosismo invadía a Luis y a Edgar, sentían que el lugar estaba cargado de morontianos  malignos. Ya en terrenos de seguridad Luis trató de encender en Cel, no funcionó, otra sorpresa, no era el de él, pero si una unidad semejante.

Edgar B. Sánchez B.

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