martes, 6 de noviembre de 2012

ABISMOS DE LA MEMORIA

Estoy con mi amada, sólo hago, es mi naturaleza, todo aquello que le agrada, eso creo. Aquel sueño en el que envejecí a su lado está sembrado en mis alucinaciones rutinarias, me ayuda a vivir, cuanto anhelo volver a él, vivir con ella otros cincuenta años, toda la vida. No entiendo la contradicción; envejecí y morí a su lado, y ahora, nuevamente lucho por su amor; estoy vivo. Ella actúa con indiferencia, no levanta su mirada, no me enfoca, yo procuro anticipadamente saber lo que desea y trato complacerla, ¿cuál complacencia?, no se da por enterada. Ella comenta la cercanía de la navidad y pide al rey, al rey de la nochebuena, un niño grande; todos ríen por la ocurrencia y le expresan plácemes para que se cumpla. 

Esta realidad no me gusta, es cruel, quisiera estar
 dormido y despertarme; escapar. Estoy despierto, está vez lo aseguro, pues actúo en lo rutinario; en mis sueños, ella me ama, me abraza, y todo lo hace para mi felicidad. Escuché una voz; no, ella escuchó una voz, un llamado, y por momentos desaparecí de su lado; no recuerdo lo que ha pasado, la persistencia de la memoria se derrite, reviso el marcador del tiempo, han transcurrido catorce horas desde el último momento recordado.

Es extraño lo que ocurre, tantas horas despierto y no siento la necesidad del descanso, del dormir; debe ser, esa es mi sospecha, porque ella, aunque indiferente, está junto a mí. Otras veces lo he sentido, mi organismo aprovecha la fortaleza del amor para energizarse, y no perder momentos de dicha, momentos de encuentro, momentos de su compañía. ¡Oh amada!, cuanta fortaleza exportas, cuanta belleza comparte, cuanta alegría espontanea puedes verter; ninguna dirigida a mí.

El dolor se profundiza, y no puedo escapar, estoy atado a su indiferencia. Ella lucha, debe irse, tiene obligaciones agrestes que cumplir, suena el reloj, se despierta. Yo sólo era un personaje de un sueño, un sueño de ella.





Edgar B. Sánchez B. 

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