miércoles, 7 de noviembre de 2012

CARTA A PAPA

CARTA A PAPA


Hola papá, no sé qué estás haciendo en este momento, pues es imposible enterarme con certeza de lo ocurre a su alrededor. He oído, sólo en rumores, que estás bien en salud y en espíritu, acompañado por quienes siempre le amaron: Mamá, mis hermanos: Ciro, Fortunato y Gonzalo, Antonio y algunos sobrinos que encontraron la forma de adquirir el pasaje para visitarle. 


La empresa mediadora para enviarle esta misiva no es segura y no sé, a ciencia cierta, si en realidad la enviaré, tampoco tengo certeza de que ellos, mis hermanos y sobrinos, estén a su lado; sería bueno para todos los contactara, tal vez por alguna estructura que no conozco, superior a internet estoy seguro y superior a cualquier medio que tengo a mi alcance o puedo imaginar para contribuir en su construcción. Dedico una parte de este parágrafo para sus nombres: Nelvis, Rogelio, Lorena, Alexander, Wilmer, Guadalupe.

Me excuso: no he ido a visitarle por no enfrentar la estruendosa experiencia de la terminal que vende los boletos de viaje; en verdad es un calvario de ruidos, de llantos, de gastos ilimitados y de revendedores de oficio que ofrecen, sin certificado de garantía, todo lo que desee, incluso seguros viales para el retorno, aunque también hay amables luchadores de uniforme blanco o verde. Lo que más me preocupa es que no existe, para adquirirlo de una vez, el pasaje de regreso; por una de esas, papá, podría ser así, que no me agrade y desee regresar nuevamente hacia acá donde he adquirido tantos bienes materiales. Imagino que donde vives hay buena organización, razón por la que, los que han ido no desean regresar. Suposición que fundamento con el efímero e insólido argumento de no conocer a alguien que haya retornado; Será que los prados allá están cultivados por siempreverdes o qué la terminal de retorno está atosigada de viajeros y el transporte es insuficiente, o, será más bien, que hay tanto que hacer y se ha borrado de la memoria los momentos acá compartidos.

Yo, que le conozco y conviví con usted; sé como es, y, donde esté, en la finca adquirida, hacha en mano, cultivará caña, sembrará aguacates, naranjos, café, yuca y tendrá una mula de silla, y junto a su yerno, Luis Alfonso Cárdenas, habrá construido un ingenio para seguir elaborando panela; Si ha aprendido el arte del arado con tractor, busca a Andrés de los Santos, su yerno por parte de Flor María, él puede asesorarle con la siembra de arroz, maíz y ajonjolí. Recuerdo papá, cuando Luis enamoraba a Otilia en el hueco de la parrilla de molienda, y también aquel sonoro y melódico silbido de Pablo Cárdenas que tanto gustó a Custodia, su hija; y aquella camioneta veloz, que desde Morrones-Guanarito surcaba llanos y montañas para pedir la mano de Flor en matrimonio. 

Papá, le cuento que ahora vivo solo; Edgar Alexander, mi hijo amado, animado por las historias de progreso contadas por mí sobre usted, se animó en buscarle y, no sé por qué no se reporta conmigo; si está a su lado, ruego para él, sé que la tiene, la paciencia que brindó para mí, cuando por mi rebeldía decía: hijo, entiendo que lo suyo es estudiar libros impresos en pergamino, y aunque yo no sé leer esos grafos, seguro estoy, sin embargo, que no sobrará desentrañar directamente las montañas; es el mejor de los libros: tantos colores, animales, árboles y sabores; es lo más abierto de todos textos, más fecundo; desde la experiencia contemplativa de su alrededor, complementará lo teórico, dará amplitud y hará, en usted, la comprensión de lo increado más cómoda y extensa; eso que se ha dado a llamar ejemplos de la vida diaria.

Papá, si mi hijo está acompañándole, dile que venga por las tarjetas telefónicas dedicadas a la naturaleza que tanto coleccionó y las guardo con celo para tenerlo presente. 

No sé contar más por el momento, nos veremos pronto, le amo papá. Su hijo


Edgar B. Sánchez B.

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