martes, 6 de noviembre de 2012

VIVIÓ A MI LADO EN EL SUEÑO DE UN SUEÑO

VIVIÓ A MI LADO EN EL SUEÑO DE UN SUEÑO

Mi amada no vive conmigo en este mundo tangible, vive en mi otra realidad, la creada por mí, en mis sueños. El amor que siento ha producido desesperación. Mis sueños son el refugio como para Van Gogh las amapolas, que le ayudaban a resurgirse de las profundidades abismales a los que Camila sin planteárselo lo conducía. Y él la retuvo por siempre a su lado, recostada en las montañas de heno, rodeada de pastizales y flores amarillas; ella protegía su cabeza con seda blanca y él, de sobrero, cubriendo sus ojos para que la mirada en la distancia no devele la ausencia de su amor. 

Yo en cambio no pinto. Cuanto quisiera manos sutiles para conocer el lienzo, colores de arco iris en arrebol y plumajes de mariposa para así dibujar la belleza de quien es ca
paz de sostener mi concentración en ella, sobre todo, plasmar en lienzo la unicidad y profundidad de lo que siento.

En mis delirios, en mis sueños, no deseo salir; pues en ellos vivo eternidades de felicidad; al despertar me entero que sólo la acompañe por sólo minutos, tal vez menos. Diez años de alegría, que no fueron diez años, sino sólo una raya del marcador del tiempo, relojes blandos, que se derriten en las manos de Salvador Dalí.

Una vez en estasis de convivencia, desee dormir en el sueño, y en esa nueva profundidad la encontré, me acompañó por siempre y ahora era ella la que no se alejaba aunque le rogara que me dejara escribir; que es, sin lugar a dudas la amante que tengo cuando no estoy dormido. En ese sueño del sueño, ella nunca tiene sueño, dedica para mí todos los momentos, los que acepto sintiéndome inmortal. Sin embargo allí, junto a ella, presientí; en ese estasis también hay miedo a despertar, le pedí que buscáramos refugio para dormir; ella no sabía que yo estaba dormido en un sueño de un sueño, sin embargo acepto; hicimos el amor, y nos quedamos dormidos y comencé a soñar, me hice viejo y ella no cambiaba, siempre hermosa; cuido de mí y morí; baje a las profundidades a las que siempre temí, en los cincuenta años del sueño. Volví a la realidad. Ella no está conmigo.


Dr. Edgar B. Sánchez B. 

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