martes, 6 de noviembre de 2012

CONATO

El pueblo expresa su desencanto. Los gobernantes que no escuchan: ¿desean que yo mande? No es la pregunta del saqueador, él no sabe hacerlo, no es su esencia, es el dueño de la mentira, del oportunismo, del oprobio, de la imitación; a él no le interesa; se ha apoderado de la voluntad de los David, hace con ellos lo que se le antoja, a la muchedumbre le corresponde Goliat. Su David ha muerto. El saqueador no viene de lejanas tierras con espejos y con naves que remontan el mar-océano; el rey está cerca, el rey absoluto está acá, rebusca el diccionario de palabras proscritas, habrá para el pueblo otro nombre común, otro oprobio, otra ofensa y todos la repitirán; ya está dictada la bula, avanza sin prejuicios sobre los desprevenidos, toma este espejito, reparte y reparte, con astucia 
los domina y los gobierna.

No, no, no quereos que nos gobierne; se oyen los gritos de carne viva, de uñas llenas de barro, de zafra, de árbol caído y sembrado de nuevo, de caña de azúcar para el Motatán, del que habita, del que edifica, del edificar para habitar. No queremos que mande, se oye la voz ahogada, no deseamos el mando del que no comparte el cohabitar y el que coconstruir. El que es y será siempre forastero.

No hay algarabía, ya estaba caído: pueblo y gobernante; el rey dirá gobierna éste y éste gobernará, se han olvidado que son independentistas, que son sables afilados, que son mosquetes, que son decretos de guerra, que son abrazos reguladores de San Ana, que son columnas de Niquitao. Les sobrevino la muerte política, habrá otro saqueador, otro oportunista, otro que piensa que vino a descubrir, que estará en el dorado para saquearlo a nombre del rey.

¿Es posible que alguien sin ser pueblo, si habitar, sin construir, sin la mugre en las uñas de las afluentes del Burate, sin las lagunas paridas del Guirigay, sin virgen del talquito, sin las flores del Tomón, sin Guaramacal, sin haber tocado el sílice; pueda gobernar? ¿Cómo alguien que no conoce las luchas, aunque sean todas parecidas, de superación de las múltiples primeras necesidades, pueda aspirar, sin habitar; conducir a multitudes, que buscan, que se afanan para madurar hacia los retos de superación, hacia la casi alucinación, siguiente. Sencillamente alguien así es un saqueador, un oportunista que viene a saquear lo logrado, desde las entrañas, apoderase del fruto del día a día, y solo es un transeúnte impuesto por el rey.

Edgar B. Sánchez B.

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