SUEÑO DE QUESO
Sentada frente a la olla,
dormía; sus manos, no; ellas exprimían
el. Una a una, cada bola de queso, se coleccionaba en la alforja lateral; las
manos iban y venían sin despertarla, tenían conciencia de la hermosura de la
soñolienta; se despertaba cuando dejaba de sentir los grumos de la vaca. Iba a
la piedra ahuecada y dormía de nuevo, allí molía con otra piedra el preciado
alimento; dormida aún, trillaba las musáceas (guineos) para crear, crear
amasijo para sus hijos.
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